Por Mario Rubén Álvarez - alva@uhora.com.py
Si los diputados y senadores trabajaran por el engrandecimiento del país y no con preferencia por el de ellos, no habría ningún problema en que se postulen cuantas veces quisiesen.
No son sus caras las que ofrecen tanta resistencia, sino sus viejas artimañas.
A tanto llega la mala fama de los parlamentarios, que el ñe'ênga acuñó esta muestra del espíritu crítico popular: “Nde arriero rekorei, parlamentario”. La frase encierra la percepción generalizada de que legislador y haragán son lo mismo. Ni siquiera las excepciones de los que caben también en esa calificación genérica son capaces de revertir el concepto construido a través de largos años de “méritos” indiscutibles.
La censura con respecto a los vicios públicos de los “representantes” del pueblo se expresa también al decir, cuando se le ve a alguien que no trabaja ni busca trabajo, que no coopera, que vive a costillas de otros, que zanganea todo el tiempo y solo tiene sobrados ánimos cuando de recoger agua para su molino se trata, que se está ensayando para ser parlamentario.
Si hay algo que les sobra a los senadores y diputados que se han aplicado la autovacuna de la haraganería remunerada por los que pagan sus impuestos es osadía. Son unos tova âtâ incurables, caraduras irremediables.
Solo así se explica por qué de 80 diputados solo 7 no aspiran sentarse de nuevo en algún cargo público desde agosto de 2013. También exhi- be el motivo por el que de 45 senadores, solo 8 se irán a sus casas. De estos aspirantes al continuismo crónico, 30 pretenden volver a ser electos.
Se sabe, desde luego, que el poder político ejerce una fascinación poco menos que ilimitada sobre aquellos que han probado sus perversas delicias. Por eso es que oikéva nosêsêvéima hasta el fin de sus días, y los que todavía no ingresaron a su jardín encantado, oikese hendy.
Acaso con el secreto ánimo de ser legisladores a perpetuidad o acceder a una banca más adelante, los constituyentes de 1992, en el artículo 229 de la Constitución, cerraron al presidente de la República el camino del rekutu. “No podrán ser reelectos en ningún caso”, dice, como para que no quede ninguna duda al respecto.
Los senadores y diputados, en cambio -aun cuando hubiesen demostrado en su gestión pública probada falta de idoneidad-, cuentan con luz verde para postularse cuantas veces se ubiquen en lugares privilegiados de las listas sábana de los partidos.
Después de los comicios del año próximo habrá que modificar la Constitución. Uno de sus artículos tendrá que decir: “Ningún diputado o senador podrá ser reelecto”. Nada han hecho para ganar aunque sea un mes adicional.