Los pacientes oncológicos en el Paraguay que dependen del Instituto de Previsión Social o de Salud Pública son personas desamparadas que se ven obligadas a rebuscarse para conseguir los medicamentos y así poder continuar con sus tratamientos.
La crisis iniciada por la falta de provisión de medicamentos en el Instituto Nacional del Cáncer (Incán), el centro oncológico desde donde se distribuyen los fármacos, está lamentablemente lejos de encontrar una solución. Hace unas semanas, los pacientes con cáncer se manifestaron para reclamar el recorte del presupuesto de salud y la falta de medicamentos.
Personas enfermas, inmunodeprimidas y con dolores salieron a las calles a demandar atención de parte de las autoridades y a reclamar respuestas. “Queremos acciones. ¿Por qué esperaron a que terminen los medicamentos para volver a cargar la farmacia?, quedando en stock cero; nunca hemos quedado tan vacíos como esta vez”, decía una de estas personas. Resulta absolutamente inaceptable que el Estado empuje a personas tan vulnerables a exponerse de esta manera, aludiendo a cuestiones de la burocracia y papeleos. Y es como dijo uno de los enfermos: “Es una puñalada en el corazón; nos están matando de a poco”.
Estos pacientes oncológicos resaltan que, ante una situación tan grave como la que están pasando, los ayuda la solidaridad entre los pacientes, los cuales cuando no hay fármacos disponibles y uno tiene para dar al otro, lo comparten. Como en otras situaciones que hemos vivido recientemente con la pandemia del Covid-19, recurrir a la vecina ciudad de Clorinda para conseguir medicamentos es una auténtica tabla de salvación.
Estas alternativas empero no pueden seguir siendo el reemplazo o el parche de una salud pública desastrosa. Necesitamos una política pública de salud pública, pero mientras la gente sufre por falta de atención y de medicamentos la clase política vuelca su atención en campañas políticas y negocia los recursos del Estado para dirigirlos a funcionarios públicos y operadores políticos. Desde el Parlamento aumentan los gastos rígidos y obligan a los paraguayos a sobrevivir con polladas y rifas.
Queda meridianamente claro que faltan recursos para los pacientes con cáncer, así como también faltan para quienes padecen otras afecciones, pues es bien sabido que, ante la falta de una política pública, lo único que hacen es redistribuir los escasos recursos asignados a Salud, en vez de recortar los gastos innecesarios del Estado y asignarlos como corresponde como derecho a la ciudadanía.
En el 2022 se destinaron para la compra de medicamentos G. 306.516.268.595, pero este periodo sería de G. 217.934.579.158; por esto, el Ministerio de Salud deberá reasignar su presupuesto para cubrir el recorte y posteriormente pedir una ampliación al Ministerio de Hacienda. Ese es el mismo esquema que se repite permanentemente, y cuando lo hacen desnudan un santo para vestir otro, es decir, el dinero que faltará para comprar los medicamentos para los tratamientos contra el cáncer después les va a faltar a los enfermos cardiacos y diabéticos.
Aumentos presupuestarios e incremento del impuesto selectivo al tabaco pueden ser, sin duda, alternativas, pero planteados como respuestas parche ante una situación extrema que plantea una manifestación de pacientes con cáncer parecen apenas respuestas estratégicas de políticos en campaña. Pero esos mismos políticos olvidarán sus promesas en cuanto ocupen un curul y volverán a priorizar sus propios intereses, los de sus familias y sus operadores. El Paraguay dispone de recursos suficientes para contar con salud pública, universal y gratuita, solo falta voluntad.