27 sept. 2025

Las asociaciones gremiales y la competencia

Abog. Carlos A. Filártiga Lacroix

Los griegos organizaron las primeras Olimpiadas alrededor de 780 a.C. Para ello, tuvieron que establecer reglas unificadas para todos los deportes, para asegurar una competencia leal entre las distintas representaciones y entre los atletas.

En 2020, las reglas básicas son las mismas para todos y estimulan la lucha leal entre los distintos atletas participantes. En lo personal, es la competencia deportiva que más disfruto por el esfuerzo auténtico que todos –organizaciones, dirigentes, atletas– hacen generosamente para obtener victorias honestas.

Y cuando pienso en competencia leal, debo recurrir siempre al deporte a los efectos de ejemplificar. Todos saben que Nadal y Djokovich son dos atletas absolutamente extraordinarios, por su profesionalidad, por su talento, por su deportivismo. Se han enfrentado en 55 partidos emocionantes, habiendo ganado Djokovich en 29 juegos y Nadal en 26. Existe entre ellos una gran rivalidad, aunque supongo que deben ser amigos, porque cuando terminan los partidos se estrechan en efusivos abrazos, que me parecen sinceros.

Viéndolos en los enfrentamientos, se puede notar el gran esfuerzo que hacen para ganar cada punto, tal vez mayor esfuerzo que el que hacen para enfrentar a cualquier otro rival. Pero todos reconocemos que la lucha es real y que cada uno está haciendo lo mejor de sí para alcanzar el triunfo.

Por poner un ejemplo local, Olimpia y Cerro Porteño se han enfrentado en 430 partidos entre oficiales y amistosos. Olimpia ganó en 155 oportunidades y Cerro Porteño en 148, habiendo empatado 128 veces. A eso llamo yo rivalidad, no al grosero espectáculo que suelen ofrecer sus hinchadas. Son dos instituciones deportivas históricas, serias, conocidas internacionalmente.

Tanto en el tenis mundial, como en el fútbol paraguayo, pensar en que estos rivales podrían acordar resultados, sería simplemente absurdo. Pero, ¿qué pasaría si, hipotéticamente, descubriéramos que, a través de la ATP, ambos tenistas y sus dirigentes, antes de los partidos programados –cuidando el éxito de la competencia, o el prestigio de los rivales, o simplemente intereses crematísticos– se acordaran los resultados previamente, o que esa fuera la función de la Asociación Paraguaya de Fútbol entre los que compiten en el torneo nacional: Establecer resultados, en virtud de consideraciones distintas de las meramente deportivas?

Yo me sentiría estafado. Pero además, los premios dejarían de tener sentido, lo mismo que los campeonatos y los salarios estrafalarios. Todo perdería inmediatamente interés, y se desbarataría una red inmensa de negocios lícitos, de contratos publicitarios, contratos de televisión, entrenadores, kinesiólogos, árbitros y todos los demás auxiliares. Y supongo que terminarían todos presos.

Es que las asociaciones que nuclean a los deportistas, y las que ejercen la dirección de todo lo que atañe a un deporte determinado, tienen intereses regulatorios y gremiales que defender, organizativos, administrativos, y todo un universo de actividades propias, nacionales e internacionales. Pero la sola sospecha de que los resultados deportivos son arreglados desde la asociación de deportistas o desde la dirigencia institucional, echaría por tierra toda esa red de relacionamientos humanos, jurídicos, económicos, etc.

Lo mismo ocurre con las asociaciones profesionales de otra índole. Las asociaciones gremiales tienen un rol muy importante en la sociedad, y específicamente en el crecimiento y profesionalización de todas las actividades económicas que ocupan a los ciudadanos, así tenemos Colegio de Abogados, Colegio de Escribanos, Feprinco, Unión Industrial, Cámara Paraguaya de Comercio y Servicios, Asociación Rural del Paraguay, solo por poner unos pocos ejemplos. Todas estas personas jurídicas tratan legítimamente con sus asociados temas de interés específico, organizan capacitaciones, comparten información relevante para su profesión, comercio o industria, tienen actividades gremiales, deportivas, organizan manifestaciones en defensa de sus intereses, etc.

Pero desde el punto de vista de la competencia, los miembros deben seguir siendo competidores, aunque sean colegas, porque la sola sospecha de que no están compitiendo sino formando una corporación, los hace pasibles de sufrir investigaciones que pueden derivar en las sanciones estipuladas en la ley para actos contrarios a la competencia en el mercado. Y hay que tener en cuenta que existe una jurisprudencia internacional en el sentido de que si el acto contrario a la competencia, directa o indirectamente, es cometido por una asociación gremial, esta circunstancia es considerada agravante.

En las asociaciones gremiales no se puede compartir entre los asociados información relevante respecto de estructura de precios, formulas industriales, políticas de mercado (menos de distribución del mercado), sugerir precios de venta de productos, fusiones que posibiliten posición dominante en el mercado, y todo lo que pueda desvirtuar la idea de que existe competencia real entre los miembros.

Es necesario promover entre todos, ciudadanos e instituciones, la cultura de la competencia, con desarrollo de normas éticas y estándares de conducta. Eso es bueno para el país, para el Estado de Derecho, para la Democracia, para los consumidores, para las industrias, para el comercio, y para toda actividad económica.