Calles rotas, basura, terrenos ganados por malezas, veredas ocupadas, falta de señalización, nula actividad cultural y de carácter social, pésimo servicio de recolección de residuos domiciliarios y un edificio municipal que en 70% se reduce a un viejo tinglado, que habla a las claras de la falta de crecimiento y proyección de parte de las autoridades. Incluyendo a algunos concejales municipales.
Además del perjuicio patrimonial, porque la intervención del municipio ha detectado entre otros la adjudicación de obras por 3.287.021.000, un sistema de recaudación paralela, y la anulación de comprobantes de recaudaciones en diferentes conceptos por valor de más de 9 mil millones, lo más grave es el quiebre de confianza hacia la gestión municipal que provoca tanto robo.
¿Con qué ganas un contribuyente de este Municipio pagaría los tributos si lo que se ha demostrado es que los recursos ingresados van a parar quién sabe en cuántos bolsillos de funcionarios desleales y deshonestos, y no en obras que redunden en mejorar y dignificar la calidad de vida de la población allí afincada?
La ristra de hechos punibles que está arrojando la intervención a la administración del intendente liberal Armando Gómez es amplia, pero no sorprende. Y es que este jefe comunal fue elegido bajo el criterio del “menos peor” durante las municipales pasadas, en que su principal oponente fue el colorado Roberto Cárdenas, que tampoco resultó ser blanca paloma. Este también había sido imputado por mala utilización de los recursos del Fonacide. Recordemos que el techo de un colegio público se derrumbó sobre los alumnos. Pero tampoco hay que olvidar que Gómez y la esposa también tenían un problema judicial por estafa. Ante ambos, los lambareños estuvieron atrapados a la hora de elegir al nuevo intendente.
Plantear estas figuras ya constituyó un despropósito por parte de los partidos Colorado y Liberal a los que pertenecen. Con semejantes credenciales, no debían estar compitiendo en unas elecciones, lo que habla de lo decadentes que están los partidos políticos, que ni siquiera están en condiciones de renovar sus cuadros y promover figuras potables.
Estoy segura de que en Lambaré existen personas probas, capaces, patriotas y con vocación de servicio que harían muy buena gestión al frente de la Municipalidad. Lastimosamente, por el sistema electoral amoldado a los intereses del bipartidismo, no tienen chances de llegar al ejecutivo municipal, sin el aparato y las mañas perfeccionadas por las nucleaciones políticas tradicionales.
Hoy, el PLRA, inmerso en un profundo desgaste y en una visible decadencia, no puede desentenderse de la corresponsabilidad que tiene con lo que está ocurriendo en la municipalidad de Lambaré. Y los ciudadanos residentes en Lambaré tienen sobradas razones para pensar una y mil veces a quien darán su voto en las próximas municipales.
Son años de robo y de atraso por culpa de autoridades incompetentes, corruptas y sinvergüenzas.
Pero todo tiene un límite. No se puede ser indiferente y seguir permitiendo que traidores a la patria ocupen estos espacios donde se administran los recursos públicos y se toman decisiones sobre el colectivo de ciudadanos que confiaron estas tareas serían honradas. El próximo 8 de noviembre será clave para transmitir una señal clara, con el voto, a quienes desde la administración municipal pretendan servirse del Estado. Los lambareños tienen que despertar y no seguir permitiendo tanto latrocinio. Además de una votación más racional, tendrán que auditar continuamente a los administradores municipales de turno.