20 abr. 2024

La transfobia de J. K. Rowling

Gustavo A. Olmedo B. – golmedo@uhora.com.py

“Pretender que el arte y el pensamiento se tienen que ajustar a lo políticamente correcto obedece a la pretensión de crear una sociedad uniforme, donde la disidencia sea imposible y en la que todos piensen igual. Eso es lo que intentaron de forma violenta los totalitarismos de Hitler, Mussolini y Stalin”. Con esta frase culmina un reciente comentario el periodista español Pedro García Cuartango, aludiendo a un fenómeno cada vez más frecuente en nuestra sociedad.

Se trata de una mentalidad, por llamarlo de algún modo, que se extiende con la complacencia de los medios y ante el silencio cómplice de sectores académicos, políticos y artísticos. Es el pensamiento de moda, condición para ser llamado “progresista”, término poco claro, con variedad de interpretaciones, pero que suena bien.

A la escritora de la exitosa saga Harry Potter, la británica J. K. Rowling, le tocó ahora sentir el impacto potente de esta mentalidad instalada casi sin percibirlo en nuestra época.

Y es que la creadora de las novelas fantásticas sobre el joven aprendiz de magia tuvo la osadía de hacer referencia a que el sexo de la persona está determinado por la biología y no por la voluntad de la persona, dando a entender –a través de Twitter– que solo las mujeres menstrúan.

Fue la afirmación de una evidencia, pero grave y políticamente incorrecta en la actualidad, tanto que J. K. es acusada de transfobia, además de ser tildada por organizaciones de “feminista radical que excluye a los trans”; y recibir críticas de los actores de la exitosa producción y hasta amenazas de muerte.

Rowling compartió un enlace a un artículo titulado Opinión: Creando un mundo post-Covid-19 más igualitario para la gente que menstrúa, a lo que ella añadió: “Esa gente que menstrúa solía tener un nombre”, en alusión al término mujer, que era obviado por considerarse un término ofensivo. Además, ante las críticas en redes sociales, la creadora añadió: “Si el sexo no es real, se borra la realidad vivida de las mujeres en todo el mundo. Conozco y amo a las personas trans, pero borrar el concepto de sexo elimina la capacidad de muchas personas para discutir sus vidas de manera significativa. Decir la verdad no es odio”.

Está claro que existe una gran presión social para ajustarnos a lo “políticamente correcto”, en vez de promover una cultura del diálogo, el disenso y la tolerancia, con argumentos válidos, científicos, filosóficos o de otra índole. Y aquí es clave entender que cuestionar o poner en duda la postura ajena no puede ser considerado “promoción de odio”. Todo disenso siempre es válido aunque moleste. Sin embargo, se ha vuelto común que cualquier crítica a determinados grupos o temas sea calificada automáticamente de retrógrada, discriminativa y fóbica, sin mediar análisis alguno.

¿Qué está pasando? ¿Ya no se puede pensar distinto? Y en este caso, ¿ya no es posible cuestionar temas relacionados con la ideología de género sin ser considerado monstruo que alimenta la barbarie? Tolerar al otro no es callar, sino hablar con respeto y afecto. La base del verdadero diálogo es la afirmación de la propia identidad y no su supresión o negación.

Para aprender que el semejante es un bien –factor clave de desarrollo–, con quien comparto el camino de la existencia, es necesario el encuentro con él, partiendo de lo que uno es, cree, piensa y afirma. La libertad de expresión no es solo para los que están alineados al pensamiento común o de moda, a tal o cual candidato, ideología o religión.

Una sociedad crece y se enriquece con las diferencias y no instalando a la fuerza un pensamiento único. El ser humano está dotado de razón y libertad para transitar esta vía.

El diálogo no es fácil con quien piensa distinto. Asumir las críticas y encontrar senderos de convivencia, tampoco; pero es la mejor opción que tenemos para avanzar y aprender en medio del drama positivo de las relaciones sociales. Sin dudas, un proceso de aprendizaje que vale la pena asumir y promover.

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