05 may. 2024

La reivindicación del Mariscal

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Fotografia tomada en Azcurra en 1869 por Domenico Parodi.

Foto: ÚH.

Fabián Chamorro Torres

Lejos del eco de la fusilería de aquel 1 de marzo de 1870, a través del discurso y el pensamiento de una generación nacida del dolor, se inició el largo camino de reivindicación de la figura del Mariscal López. Aquellos hombres, la mayoría enmarcada en lo que se conoció como “novecentismo paraguayo”, desde la pluma contribuyeron a otorgar al Paraguay de un héroe único. Cualquiera fueran las aspiraciones y motivaciones de quienes atacaban o preservaban su memoria, para aquello lo indudable era que López había defendido la independencia del Paraguay, y más que nada, su derecho a seguir existiendo.

El Mariscal fue proscripto y puesto fuera de la ley por los primeros gobiernos paraguayos instaurados durante y después de la guerra. Esta “incomprensión” fue el motor que movió a su hijo, Enrique Solano López Lynch, a luchar por la causa del “lopismo”. A esas alturas, fines del siglo XIX, el país vivía ya las luchas políticas y las discrepancias entre colorados y liberales, mientras la figura del Mariscal era aún combatida y hasta repudiada.

El general Díaz y O’Leary

Dos figuras fueron fundamentales para entender el inicio de la hegemonía nacionalista: El símbolo, el general José Eduvigis Díaz, máximo exponente de la nación en guerra, en torno a quien se aglutinaron los excombatientes para recordar las gestas de la contienda; y el propagandista, el escritor Juan E. O´leary, que a través del periódico de Enrique, “La Patria”, inflamó el debate desde sus “Recuerdos de Gloria”. Pocos habrán pensado que en aquel lejano 1900, la llama encendida por estos hombres no solo cambiaría la interpretación de la historia del Paraguay, sino la orientación política de toda una época.

Para O’Leary y sus compañeros, entre los que destacaban Manuel Domínguez, Fulgencio R. Moreno, Ignacio A. Pane y Ricardito Brugada, la alianza formada por Argentina, Brasil y Uruguay impuso sus condiciones, no a un pueblo vencido, sino a un pueblo exterminado, recordando que la guerra se llevó a más de la mitad de la población del país, lo dejó sin defensas, lo desmembró territorialmente y lo endeudó infamemente.

Una figura histórica tiene tantas circunstancias, tantas facetas, que es difícil conceptuarla. El historiador uruguayo Carlos Demasi nos ayuda con la construcción del héroe máximo:

“La laboriosa instauración de la figura heroica aparece como una tersa y progresiva evolución (…), que conduce desde el “desconocimiento” y la “incomprensión” de los contemporáneos, a través de sucesivas “revelaciones” hasta el triunfo definitivo de la “verdad histórica”.

Los reivindicadores de López evitaron los juicios morales sobre él y prefirieron entender lo que el Paraguay se jugaba en 1864. Antes de la polémica Cecilio Báez – Juan E. O’Leary, ocurrida entre 1902 y 1903, el Mariscal solo había recibido especial atención cuando se cumplieron 15 años de su muerte, en 1885, a través del diario “La Democracia”, de Ignacio Ibarra, quien fue uno de los últimos combatientes paraguayos que lo vio con vida.

La primera manifestación

El 1 de marzo de 1920, se realizó la primera gran manifestación recordando a López, a 50 años terminada la guerra. Ese día, era inaugurado su busto en Cerro Corá, por la comuna pedrojuanina. Unos meses después, luego de la conmemoración del 22 de setiembre del mismo año, también por primera vez un órgano de prensa del gobierno, “El Diario”, expresaba que “un estremecimiento de patriotismo, que se reflejaba en los semblantes, se extendió en el seno de aquella muchedumbre que al terminar el grandioso acto, prorrumpió en delirantes vivas al Paraguay, al Mariscal López, a Díaz y a Curupayty”.

La “expansión” lopista, que tuvo sus sobresaltos, logró sus objetivos y para festejar el centenario del Mariscal, en 1926 (realmente había nacido en 1827), miles de personas salieron a las calles para participar de todo tipo de eventos, en el centro histórico de Asunción y otros puntos del país. Al Partido Colorado, que había abrazado definitivamente la reivindicación del héroe, lo acompañó parcialmente el Partido Liberal con gran número de referentes. Es importante aclarar que todo el movimiento en torno a López tuvo mayor auge ante la inminente guerra con Bolivia y la explosión del sentimiento nacional ante dicha circunstancia.

El último paso lo dio justamente un protagonista de la contienda chaqueña, el coronel Rafael Franco, que durante su gobierno decretó caducos las resoluciones contra el Mariscal y lo nombró “héroe sin ejemplar”. Su punto de mayor glorificación se registró con el ingreso de sus restos al reciente terminado Panteón Nacional de los Héroes, el 12 de octubre de 1936.

López, entre derecha e izquierda

En la actualidad, defendiendo aquella “verdad histórica”, mostrada por O’leary, vemos a casi todos los sectores políticos. Los colorados, que fueron cambiando doctrinariamente desde principios del siglo XX hasta encontrarse definitivamente en el lado nacionalista luego de la revolución de 1904, no tuvieron problemas en continuar con la glorificación del Mariscal, aunque lo ampliaron con José Gaspar Rodríguez de Francia (también compartido con la izquierda), Carlos Antonio López y por supuesto, Bernardino Caballero. Esto que primero fue discurso, se convirtió en parte de la educación formal potenciado por el estronismo, que obligó a varias generaciones de paraguayos a conocer los himnos del lopismo.

Situación similar se da en la izquierda que ve en el Mariscal, el quijote contra el imperialismo, en principio no el brasilero sino el británico, que con el revisionismo de escritores argentinos y brasileros de la década de 1970 se convirtió en el “cuarto” aliado en la contienda contra el Paraguay, en una época donde la guerra fría polarizaba el mundo.

Hoy, lejos del dolor paraguayo heredado de la contienda, deberíamos informarnos para comprender el contexto en que lucharon aquellos valientes; comprender la magnitud del sacrificio que aceptaron; comprender la importancia de la causa que defendieron.

“Vencer o morir”, López cumplió con su promesa, y nos legó un ejemplo estupendo de dignidad y patriotismo. Y en eso nuestras banderas, tendrían que coincidir.


Historia

A 150 años de la muerte de Francisco Solano López en Cerro Corá, es importante comprender el proceso histórico en torno a la significación de su figura.

Situación similar se da en la izquierda, que ve en el Mariscal el quijote contra el imperialismo, en principio no el brasilero sino el británico.

Retrato final

Fotografía tomada en Azcurra en 1869 por Domenico Parodi. El Mariscal viste el uniforme azul oscuro compuesto de pantalón y camiseta con vivos rojos encarnados. No se le ve el cubrecabeza que podía ser un quepis rojo escarlata o el sombrero piri que era el más usual. Vestía este mismo uniforme cuando fue asesinado en Cerro Corá el 1 de marzo de 1870.

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