Gregorio Gómez Centurión
Poeta, investigador
Llueven los pros y los contras,
es un debate infernal,
algo debe de andar mal
para que esto suceda,
pues continúa la guerra,
guerra de nunca acabar.
El tema en discusión
al inicio, era el Covid
que solo era un ardid
para perpetrar los robos
y que tan solo los bobos
creen en tal falsedad.
Que los chinos lo inventaron
para liquidar ancianos,
que se escapó de sus manos,
quizá sin querer queriendo;
pero que sí, es un invento
con qué intención, no sabemos.
Y surgen potentes voces
que afirman con vehemencia
que en verdad las potencias
acordaron tal asunto
y que ellas en conjunto
ya su curación previeron.
“Son Yankees” dicen los otros
“quienes el virus inventaron”,
luego a Wuhan trasladaron
para crear el tumulto.
Se desprendieron del bulto
y muy felices quedaron.
Que detrás de todo esto
las farmacéuticas están
y que ellas lucrarán
con el diabólico invento.
“Lo de pandemia es un cuento,
una farsa fenomenal”.
Y surgen las profecías
que pregonan negros fines,
dicen que son los clarines
que anuncian el fin del mundo,
que un mea culpa profundo
es la única salvación.
Salvación del alma, es claro
porque “el cuerpo nada sirve,
el hombre debe estar libre
de todo lo material”.
Sea inmueble o sea metal,
todo se debe donar.
Los Príncipes y Pastores
cargarán con lo inservible
porque el final será terrible
para los no arrepentidos,
por eso, “hijos queridos
desechen lo terrenal”.
Pero el discurso cambió
con tanta muerte a la vista,
los popes negacionistas
ya aceptaron que el virus existe
pero, afirman que es un chiste
hablar de inmunización.
Afirman, repiten, gritan
que vacunar es matar,
sirve para rematar
a la incauta población,
“una maléfica acción,
trampa atractiva y mortal”.
“En dos años, a lo sumo
los supuestos inmunizados,
todos aquellos vacunados
con la parca se verán,
sin excepción morirán
por no escuchar la verdad”.
“Con cada vacuna un chip
en tu cuerpo inyectarán
con ello controlarán
incluso tus pensamientos,
tus acciones, tus movimientos
registrados quedarán”.
Mientras el debate sigue,
también sigue la función,
una tremenda corrupción
permea todo el estado;
“si no cabe un negociado,
no hay negocio”. ¡No señor!
“Camas o respiradores,
cualquier compra, lo que fuere
si se cumplen los deberes,
ganancias deben dejar,
de lo contrario no aprobar”.
Exigen los superiores.
Se conforman sociedades
entre sí, complementadas
en pos de alguna tragada,
su mejor servicio ofrecen
aquí y allá aparecen.
Una feroz avivada.
Mientras tanto las vacunas
que llegan a cuentagotas
en un santiamén se agotan
y se suspende la acción.
Se espera otra donación
para encubrir tal derrota.
En verdad los vacunados
firmamos un documento,
damos nuestro juramento
de no hacer ningún reclamo
si por algún motivo extraño
aparezca lo imprevisto.
Sabemos que al medioevo
las pandemias sacudieron,
poca posibilidad tuvieron,
nada para defenderse,
el consuelo era meterse
a orar y esperar la muerte.
Mucha gente se debate
entre el “me voy” o “me quedo”,
se pierde en un entrevero,
no sabe en qué creer,
da mucha lástima ver
gente postrada ante el miedo.
Lo ideal en estos casos
es mantener la cordura,
seguir en la compostura,
no “hacer gol contra la valla”,
quebrar las propias canillas
es navegar en la locura.
La viruela, el sarampión;
en el mundo se extendieron,
luto y mortandad sembraron
en toda la humanidad.
No fue por casualidad
que las vacunas inventaron.
La ciencia no tiene madre,
hijos tiene por doquier,
no existe ningún poder
que ante la ciencia triunfe,
supuestos, dogmas, tabúes
ante ELLA sucumbieron.
En lo que a mí se refiere,
plena claridad me asiste,
las andanadas de embustes
resbalan cual mansa lluvia,
no hacen mella en mi memoria,
no afectan mis sentimientos.
La claridad de los conceptos
basada en las experiencias
se sostiene en las ciencias,
no en mágicos pensamientos.
(*) Gregorio Gómez Centurión (Villeta, 1938) es un reconocido poeta, investigador de la lengua y la cultura guaraní y educador popular. Fue fundador de la Ligas Agrarias Cristianas durante la dictadura stronista, impulsor del proyecto asociativo de la Colonia San Isidro de Jejuí. Sufrió persecuciones y prisión. Ha publicado varios libros de poesía e investigaciones.