El presidente de la República, Mario Abdo, parece haber cumplido esta premisa y en un noble gesto de amistad resolvió beneficiar a un amigo suyo con los efectos de una obra pública. Según las informaciones periodísticas, la obra beneficiará principalmente a Conrado Hoeckle, amigo del presidente. Hoeckle cuenta con una propiedad de 1.200 hectáreas en la zona donde se llevará a cabo la construcción.
El puente Asunción-Chaco’i unirá a la capital del país con el Departamento de Presidente Hayes (Chaco). Tendrá 449 metros de longitud, beneficiará a 600.000 personas, según estiman las autoridades. Su costo será de USD 123 millones y será construido por el Consorcio Unión SA. Si no existen contratiempos, deberá culminarse en tres años aproximadamente.
Aún antes de definirse qué empresa iba a ser adjudicada, el proyecto ya tuvo sus opiniones contrarias. Diversos gremios de arquitectos mencionaron en 10 puntos el porqué la obra no debía llevarse adelante. Entre los cuestionamientos figuraban la falta de soluciones habitacionales, que no solucionaría el problema del transporte, la saturación del tránsito, sobreexplotación territorial de un área de humedales, la falta de estudio de impacto ambiental, entre otros problemas que generaría.
Apenas se terminó de concretar la adjudicación, una inmobiliaria encargada de la venta de terrenos en Chaco’i reveló que se disparó la venta de tierras en dicho lugar.
Si mal no recuerdo, el proyecto original del gobierno anterior apuntaba a construir dicho puente en la zona de Itá Pytã Punta. Sin embargo, fue dejado de lado con el actual Gobierno.
Cuando hablan de obras públicas, siempre se llenan la boca de los beneficios que pueden acarrear a la población. De ser cierto, a Itá Pytã Punta le hubiese venido bien una obra como esta.
Un barrio que en la zona cercana al río y con gran cantidad de personas no cuenta con recolección domiciliaria, ni espacios públicos para el esparcimiento de los vecinos ni alternativas para poder superar el olvido al que lo condenaron.
Pero pudo haber ocurrido todo lo contrario. Como la sombra de la especulación inmobiliaria vuelve a aparecer sobre una obra pública, no hubiese sido raro que pidieran la reubicación de los vecinos en las ciudades dormitorios.
O pagarles apenas monedas por esas viviendas que desde hace décadas ocupan y con ese dinero malvivir en algún inquilinato barato durante un corto tiempo. Muy corto tiempo.
Hace unos años me tocó enterarme de un proyecto que se materializaría en dos décadas: La Nueva Asunción. El plan tenía como finalidad la construcción de una continuación de la capital en el Chaco’i. Incluía barrios para funcionarios públicos, aeropuertos y otras comodidades. Para llegar hasta dicho lugar se haría a través de... un puente
La construcción del puente atirantado que se prevé terminar en 36 meses también tiene pensado contar con una zona de residencias. Pero a diferencia del anterior proyecto, estas no están pensadas para los funcionarios. Se dirigen a la clase alta. Muy, muy alta. Sí, dicho complejo, según las informaciones, se construirá en las tierras de Hoeckle.
De esta manera el poder económico impone su criterio por encima del interés común. No importa cambiar proyectos, moverlos, acomodarlos a los intereses. Lo que importa es el futuro, no de la población en general por supuesto. Sino el de los amigos que reciben esa pequeña ayudita para seguir en lo más alto.