06 ago. 2025

La omisión de auxilio reflejacobardía e irresponsabilidad

La omisión de auxilio en un accidente de tránsito, además de ser un delito tipificado en el Código Penal, es un acto de irresponsabilidad ciudadana. Huir del lugar del hecho, con la esperanza de que no haya testigo alguno que relate lo ocurrido y de no dejar evidencias incriminatorias, es un acto cobarde e inhumano, que revela la insensibilidad del que provocó la situación en la que una persona requiere urgente atención. Correr de la escena del suceso conlleva la tácita intención de quedar impune y de no responder ante la Justicia, sean cuales fueren las consecuencias de la acción protagonizada, que deja una víctima que precisa auxilio inmediato para salvar su vida.

Imagen - Editorial

Con alarmante frecuencia las crónicas periodísticas informan acerca de accidentes de tránsito en los que el que chocó a un peatón, un motociclista o un automovilista, se da a la fuga, dejando a su víctima entre la vida y la muerte, tendida en la calle o atrapada en el habitáculo del rodado que sufrió el siniestro.

El caso que hoy está en la mira de la opinión pública presenta como protagonista a Tomás Bittar, recientemente electo para ocupar una banca en el Parlasur. Lo sucedido con él es un motivo para reflexionar acerca de una realidad cotidiana que merece la atención de todos.

Hay que partir de la base de que nadie quiere, intrínsecamente, involucrarse en un accidente de tránsito, ya sea como victimario o como víctima. Es cierto, sin embargo, que algunos conductores, con su desatención, temeraria velocidad, maniobras imprudentes o por la ingestión de bebidas alcohólicas, se predisponen a provocar situaciones lamentables.

No hay que descartar tampoco las sorpresivas fallas mecánicas, ajenas a la voluntad de quien lleva en las manos el volante, como origen de los percances de calles, avenidas y rutas.

Sean cuales fueren las causas, lo cierto es que nadie “programa” embestir a alguien. O que le embistan en una vía pública. La circunstancia, de repente, se da. Y punto.

Una vez que ocurre el encontronazo -sin entrar a buscar quién haya sido el culpable-, sin embargo, nace la obligación moral y legal de auxiliar a la persona lesionada. El socorro inmediato puede salvar de la muerte a una persona. La ausencia de él, en cambio, aun cuando las heridas no sean graves, puede traer consecuencias sumamente riesgosas para la vida del indefenso accidentado.

Por eso, protagonizar un accidente de tránsito y dejar abandonada a la víctima es criminal. Los que asumen esa actitud demuestran que no les importa la vida del semejante. Su conducta revela que carecen de sensibilidad para dar una mano a quien se encuentra imposibilitado de valerse por sí mismo.

Quien no toma los recaudos necesarios para auxiliar a un accidentado llamando al 911 o a los bomberos, y se aleja raudamente del lugar, busca el amparo de la impunidad. Matar o herir gravemente a alguien y huir luego, con la intención de no responder ante la Justicia, demuestran poca o nula humanidad.

Si bien, ante un accidente, es obligación de todo ciudadano consciente -aun cuando nada haya tenido que ver en el suceso- detenerse a colaborar, queda muy claro que ese deber, ante todo y sobre todo, es de quien provocó la situación. Ninguna excusa sirve para evadir esa responsabilidad inherente a la condición humana.