Lo que causa más indignación en la ciudadanía es principalmente la manera en que los jueces se refirieron al caso en el último día del juicio oral, con un lenguaje soez y con total ausencia de enfoque de derechos de la niñez y la adolescencia.
Los términos en que el juez Jorge Giménez Samaniego habló desde el estrado está lejos de la conducta que debe observar todo magistrado. Sostuvo que “felizmente” no se probó que hubo penetración, “pero para nosotros, de forma unánime, sí se probó una cosa, que hubo abuso sexual porque está probado que vos le besaste, le frotaste...”, expresó el magistrado. “Para nosotros eso quedó probado”, ratificó. Es decir, contrariando a lo que la propia ley establece, haber comprobado que sí hubo abuso sexual, pero sin confirmar que hubo penetración, para el juez Giménez Samaniego disminuye la gravedad del delito e incluso lo celebra “felizmente”. Como no existió disidencia en el informe final, la responsabilidad de lo dicho es también compartida por los demás jueces del Tribunal.
También es deplorable el grado de complicidad que los magistrados demostraron con el acusado, minimizando la gravedad del delito cometido. “Sos un tipo preparado, hablás bien, tenés tu profesión, mitã’i porã”, le dijo el juez Giménez al condenado. “Consideramos que ya estuviste privado de libertad. Te vamos a dar una sanción: Ya no te vas a ir adentro”, le indicaron, dando como válidos por todo castigo los ocho meses que el acusado había guardado prisión preventiva durante la investigación del caso.
El escándalo que provocó la situación reflejada a través de la prensa obligó a que el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM) intervenga en el caso y ordene la remisión del expediente para investigar y analizar lo ocurrido. Ayer, también, el Consejo de Superintendencia de la Corte Suprema dispuso una auditoría de gestión jurisdiccional al expediente de estos jueces para verificar y elaborar un informe al respecto.
Lo llamativo fue que, tras la publicación de la sentencia, los tres jueces aludidos acudieron a la redacción de este diario para responder a lo publicado, reafirmándose en sus actuaciones y asegurando que no iban a pedir disculpas.
La penosa situación revela de qué manera los niños y adolescentes se hallan desprotegidos con jueces como los de Paraguarí. La niña no solo sufrió el abuso de su violador, sino también el abuso de quienes deben ejercer justicia. Un horroroso caso que despierta indignación en la ciudadanía y requiere una ejemplar sanción de los organismos pertinentes.