La prohibición de la utilización y difusión de materiales sobre ideología de género por parte del Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) ha dejado en evidencia las interpretaciones erróneas y las confusiones de diversos tonos que muchas veces giran en torno a este tema y la educación sexual. En muchos casos, las opiniones se dieron por falta de conocimiento integral o investigación a fondo –nos quedamos con los cliché–, y otros por estar a favor de esta corriente de pensamiento, algo totalmente legítimo.
Lo cierto es que las interpretaciones fueron varias. Algunos afirmaron que el no utilizar esta teoría incrementará los casos de violaciones y embarazos adolescentes. El porqué no era claro. Otros apuntaron que el MEC está en contra de la igualdad del hombre y la mujer y que promueve el machismo, argumento tampoco expuesto por los críticos a esta corriente. Sin embargo, cabe decir que la igualdad y el respeto se fortalecen de diferentes maneras; no necesariamente utilizando terminología ambigua que relativiza datos biológicos. También estaban los que aseguraron que aquí, lo que hay es una prohibición a enseñar o hablar sobre sexualidad en las instituciones educativas; acusando al Ministerio y organizaciones de considerar el tema como un tabú. Imposible, considerando que es materia del currículum.
En tanto, grupos de estudiantes se sumaron reclamando “información sobre la diversidad que existe...”, y “que se hable de las diferencias culturales entre el hombre y la mujer” (ÚH/25-10-17). Sin embargo, justamente el cuestionamiento a esta ideología o teoría es que diluye la diferencia sexual entre hombre y mujer, señalando que el sexo es una construcción cultural; promoviendo una identidad personal desvinculada de la diversidad biológica.
Por ello, en este contexto, quizás lo necesario es reconocer la necesidad que tenemos de hablar de sexualidad con libertad y respeto; sin negar datos científicos –avances de la neurociencia– relativos al hombre y la mujer, las diferencias y complementariedad, con un debate argumentado, valorando la cultura, con autocrítica y sin absolutizar este particular.
En tanto, urge reconocer que, más allá de toda ideología que pueda establecerse o prohibirse, la mejor manera de garantizar la igualdad, el respeto y diálogo entre hombres y mujeres; la conciencia de la dignidad del otro, sea mujer o anciano, sigue siendo a través de la promoción de familias estables y saludables, pues, niños y jóvenes no necesitan más que de verdaderos adultos a quienes mirar y aprender; de esos que no huyen del sentido de la vida ni de la realidad –por más dura que sea– y que entre luces y sombras, testimonian un gusto por el vivir.