Por Ingrid Villalba
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Desde hace dos años, la Fundación Fe y Alegría lleva a cabo un proyecto llamado “Vy’a renda” (lugar de alegría), que ofrece un taller de música en la Escuela San Cayetano del Bañado Sur.
Los lunes, martes y sábados, el mismo funciona de manera gratuita, con el fin de hacer germinar en esta castigada población la semilla de algo poco común: una profesión.
La vida de cerca de cincuenta niños tiene ahora, y la de muchos ya desde hace dos años cuando comenzó el proyecto, un sabor distinto. Los pentagramas, acordes e instrumentos musicales significan para estos chicos mucho más que pasar un buen rato. Significan un futuro prometedor.
“Cada vez que un chico está acá, se mantiene alejado de la prostitución y de la delincuencia. Los estamos profesionalizando”, comenta Víctor Morales, encargado del taller.
El problema es que el proyecto llega a su fin. Contaban con una financiación para dos años, tiempo que se cumple este mes. Morales explicó que la parte más complicada del trabajo ya está hecha; ahora, solo necesitan 27 millones de guaraníes por año para poder seguir dándole este espacio de educación alternativa a los alumnos.
LOS INICIOS. “Comenzar fue difícil”, comenta Morales. “El proyecto hacía agua por todas partes. Tuvimos que ir casa por casa a convencer a los padres de que envíen a sus hijos. Para ellos la música no es una profesión, es solo un pasatiempo”, confesó el encargado.
Morales contó que desde el día uno, lo que buscaban y necesitaban los alumnos era cariño. “No vinieron para estudiar música, sino para recibir afecto. Me fue fácil conectar con ellos, dándoles importancia, besándoles y abrazándoles. Hoy ya somos una gran familia, donde la música y el amor son los ingredientes principales”, apuntó. ¿Y cuál es el resultado de estos dos años de arduo trabajo? Hoy, catorce niños del Bañado Sur, el lugar olvidado por los mandatarios, son alumnos becados de los conservatorios de música más importantes del país, el Nacional y el Municipal de Asunción. Tienen un futuro iluminado, donde la basura y la delincuencia, probablemente, ya no tienen lugar.
Claudia Torrado, 15 años: “Quiero ser una tecladista”
“Estudio órgano desde hace dos años. Antes de comenzar con el taller no me gustaba mucho la música. Hoy ya estoy entre las ocho beneficiadas de las becas del Conservatorio Nacional, y en el futuro quiero ser tecladista de profesión.
“En el colegio estoy en el tercer curso. Mis amigos no vienen a estudiar acá y tampoco quieren hacerlo, no les gusta. Cuando me hinchan, les digo que esto es algo mío y que me gusta, que cada uno tiene sus preferencias. Me llevo muy bien con los compañeros y profesores del taller.”
Abigail Velázquez, 16 años (remera negra, guitarra): “Ahora amamos lo paraguayo”
“Gracias a este taller yo y mis compañeros conocimos el mundo mágico y los distintos estilos de la música. De escuchar solo reguetón y temas latinos, pasamos a amar las canciones paraguayas gracias a nuestros profesores. Ahora vamos a conciertos, y gracias a Dios yo formo parte de los alumnos becados del Conservatorio Municipal.
“Mi padre fue quien me enseñó los primeros acordes en la guitarra. Participábamos del coro de la iglesia. Con cinco años yo cantaba las canciones que él interpretaba.”