23 abr. 2024

La madre de las reformas del Estado

Alberto Acosta Garbarino, presidente de Dende

La propagación mundial del coronavirus ha puesto en el centro de la escena al Estado, primero, con la adopción de medidas sanitarias; después, con medidas de contención social; y ahora, con medidas de reactivación económica.

En el caso de nuestro país, el coronavirus desnudó totalmente lo bueno, lo malo y lo malísimo de nuestro Estado. Lo bueno, la solvencia macroeconómica; lo malo, la falta de infraestructura sanitaria y de una red de protección social; y lo malísimo, la indignante corrupción.

Entendiendo la importancia que tiene el Estado no solamente para superar los desafíos del coronavirus sino sobre todo para avanzar en un proceso de desarrollo sostenible, el gobierno actual está presentando al Congreso una serie de proyectos de leyes que buscan mejorar el funcionamiento de nuestro lamentable Estado.

Se presentarán varias reformas, entre ellas la de la educación, la salud, la seguridad social, pero a mi criterio, la de la “función pública” es la más importante de todas, porque ella es la madre de todas las otras reformas al ser transversal a todas las instituciones estatales y porque es la más difícil de llevar adelante.

Como en cualquier organización, la calidad del funcionamiento del Estado, depende totalmente de la calidad de las personas que la integran. Cuando digo calidad me estoy refiriendo a su conocimiento profesional, a su actitud, a su honestidad y a su ética.

En este punto el Paraguay viene arrastrando desde hace varias décadas gravísimos problemas, ocasionados por la cultura política dominante en nuestro país.

Recordemos que durante el régimen de Stroessner la función pública fue totalmente partidizada, debido a que para ingresar a trabajar al Estado la primera condición era la afiliación al Partido Colorado y el funcionario público tenía que aceptar un descuento en su salario para financiar la caja del partido.

Los empleados públicos de aquella época tenían salarios muy bajos pero los ingresos podían verse incrementados sustancialmente con la corrupción… que era “el precio de la paz”.

Esa era la situación en el año 1989 cuando llegó la democracia y… llegaron las elecciones y los políticos que tenían que conseguir votos, dinero y operadores políticos para tener posibilidades de competir, nuevamente encontraron en el funcionariado público todos esos elementos.

El clientelismo político se incrementó tremendamente pasando de 127 mil funcionarios en la época de Stroessner a los casi 300 mil que tenemos ahora y la corrupción “se democratizó” o como dice Gonzalo Quintana “se corrompió la corrupción”.

Aunque sabemos que hay miles de funcionarios públicos excelentes e instituciones que se caracterizan por tenerlos como el Banco Central y el Ministerio de Hacienda, infelizmente, la inmensa mayoría de las instituciones del Estado navegan en el mar de la incompetencia y de la corrupción.

Cuando ayer representantes del gobierno presentaron en la Plaza Pública Dende el anteproyecto de Ley de Reforma de la Función Pública, no podía dejar de mirar con cierta incredulidad la viabilidad de la implementación de la misma.

Es que ya hemos visto en el pasado intentos similares de cambios bien intencionados y técnicamente muy bien elaborados, que nuestros políticos y nuestros sindicatos públicos se encargaron de destrozar.

Esta vez va a realizarse un nuevo intento, y nosotros, los miembros de la sociedad civil –si queremos vivir en el Paraguay– no tenemos más opciones que apoyarla, porque solamente con un mejor Estado podremos tener paz, desarrollo económico y equidad social.

Una buena ley y sobre todo una buena implementación de la Ley de la Función Pública es, insisto, la madre de casi todas las otras reformas que nuestro país necesita.

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