16 sept. 2025

La fe de un padre

Hoy meditamos el Evangelio según san Marcos 9,14-29.

Al volver del monte Tabor, donde se manifestó la gloria divina en la Transfiguración, Jesús se encuentra con una discusión entre sus discípulos y una gran muchedumbre. Un hombre trajo a su hijo poseído por un demonio mudo y los discípulos del Maestro no pudieron curarle.

Muchas veces Dios parece esconderse y los hombres tenemos que enfrentarnos con problemas que superan nuestras posibilidades. Quiere poner a prueba nuestra fe…

Y así el Señor le dice directamente al padre del endemoniado: te preguntas si puedo… “¡Todo es posible para el que cree!”… A María el ángel le había dicho: “para Dios no hay nada imposible”… De hecho cada vez que decimos “creo” no solo estamos manifestando nuestra fe, sino que la estamos pidiendo. Incluso la experiencia de perder la fe es una experiencia que en última instancia pertenece a la fe.

Así podemos considerar estas palabras como la oración más natural, más humana y más desgarradora de los evangelios, y en cierto sentido la esencia misma de la fe. Esta raza de demonios, como todos los males en la vida del hombre, se puede expulsar solo con una oración a Dios llena de confianza.

“Aquel hombre siente que su fe vacila, teme que esa escasez de confianza impida que su hijo recobre la salud. Y llora. Que no nos dé vergüenza este llanto: es fruto del amor de Dios, de la oración contrita, de la humildad. (...) Se lo decimos con las mismas palabras nosotros: ¡Señor, yo creo! Me he educado en tu fe, he decidido seguirte de cerca. Repetidamente, a lo largo de mi vida, he implorado tu misericordia. Y, repetidamente también, he visto como imposible que Tú pudieras hacer tantas maravillas en el corazón de tus hijos. ¡Señor, creo! ¡Pero ayúdame, para creer más y mejor!” (San Josemaría, Amigos de Dios n. 204)

(Frases extractadas de https://opusdei.org/es/gospel/evangelio-lunes-septima-semana-tiempo-ordinario/).