Me adscribo a la escuela de Gastón Bouthol, padre de la polemología (estudio de las guerras o los conflictos). Dicho esto, empecemos. El principal desafío estratégico que ha de enfrentar –desde esta visión– el Gobierno del presidente Mario Abdo Benítez para sortear estos meses de pandemia será entender el escenario crítico que se puede dar debido a la relación que existe entre la estructura demográfica y la economía. Una visión y manejo errado pueden desembocar en hechos de violencia colectiva u organizada. Veamos. Se ha demostrado que los estados somáticos del cuerpo humano, espontáneo o provocado, tienen repercusión sobre el comportamiento de la población cuando se juntan las situaciones anímicas y la asociación de ideas. El resultado: Masas en estados de excitación. Se la llama también la “estructura explosiva”.
¿Qué es la estructura explosiva? Es el excedente demográfico, jóvenes, excluidos de las necesidades indispensables de la economía debido a la inexistencia de mercados laborales y cuyas necesidades básicas y la de sus familias no están siendo atendidas. Ello provoca que, en un grupo determinado, se desarrolle lo que se llama la “predisposición incitativa”, definición de François Simiand, que motivaría la satisfacción por el impulso bélico. A partir de este momento la “estructura explosiva” se constituye pues en una fuerza perturbadora.
Ensayemos una solución. Anote estas dos palabras claves como respuesta correcta: 1) puntos de resistencia; y 2) liderazgo dirigencial.
Cuando menores sean los puntos de resistencia (atención a la clase media y la población carente), mayores serán las probabilidades de inhibir a aquella fuerza perturbadora de la cual le hablé. ¿Cuáles son los factores que alimentan a los puntos de resistencia? Los siguientes: la coyuntura histórica, las modas ideológicas y las creencias del momento que junto con las posibilidades políticas y técnicas pueden canalizar a aquella estructura demográfica hacia la barbarie. Entonces, todo estriba en saber canalizarlos hacia el orden. Es por ello que, la iniciativa y el liderazgo del sector público y privado adquieren una importancia capital.
Vayamos a un ejemplo concreto. El índice de natalidad en Paraguay es alto, por tanto, la mano de obra joven y ociosa es elevada. Semejante excedente puede provocar un ímpetu favorable o no. Consecuentemente y ante este escenario actual y pandémico los conatos de violencia no serán hechos primitivos sino que serán, una especie de epifenómeno (lo que viene a continuación de), algo así como la manifestación afiebrada de ciertos desequilibrios sociales. Y estos desequilibrios permiten el surgimiento de ciertas ideas sobre otras, impulsando la turbulencia, nublando el sentido crítico y nuestro sentido de conservación. Y entre todos los desequilibrios generadores de dicho impulso, la demografía ocupa el primer plano. En otros términos, es el desequilibrio interno de las personas debido al hambre, en sus diversas definiciones.
Nos resta pues esperar, que los frenadores sociales de la conducta humana, los líderes, eviten la propagación de la otra pandemia que es consecuencia de la primera. La pandemia de la violencia armada y organizada.
Siendo así, los conatos de violencia no son hechos primitivos.