Uno de los principales errores del mandatario fue nombrar al frente de la cartera de Educación a una persona que no tenía suficiente preparación técnica para encarar el gran desafío.
El ex fiscal de Itapúa, ex jefe de la Patrulla Caminera durante el gobierno de Fernando Lugo y ex senador por el Encuentro Nacional, Eduardo Petta San Martín, ha sido siempre un político controvertido, partidario de llevar a cabo actos populistas efectistas, en busca de lograr buen impacto en los medios de comunicación, gestos que en su momento le granjearon el apoyo de algunos sectores ciudadanos, como también el rechazo de otros. Sin embargo, nunca fue reconocido por tener experiencia en ámbitos de la educación.
El solo hecho de no aparecer involucrado en actos de corrupción, como muchos otros políticos, o el hecho de gozar de una confianza casi ciega por parte del presidente de la República, no lo hacía necesariamente apto para asumir un cargo tan importante y decisivo, como lo es la conducción de la necesaria revolución educativa.
Si aun así se confiaba en que tendría una buena capacidad de gestión al frente del MEC, los resultados al cabo de más de dos años demuestran todo lo contrario.
La mayoría de los miembros de la comunidad educativa coinciden que este es uno de los peores momentos para la educación en el Paraguay, con uno de los pésimos ministros a cargo, a quien sin embargo el presidente insiste en mantener, con mucha terquedad, a pesar de la cada vez mayor oposición.
A pocos días de iniciarse el año lectivo, existe muy poca claridad y mucha confusión sobre si las clases deberán ser virtuales o presenciales, a pesar de las directivas que se imparten desde el MEC, en uno y otro sentido. Se exige volver a las aulas en modo Covid, pero no se proveen los recursos necesarios para adoptar las medidas de seguridad sanitaria que se recomiendan. En esas condiciones, es legítimo el temor de muchos padres de exponer a sus hijos a un contagio ante la continuidad de la pandemia.
Hay demasiadas carencias en el sector, que no son debidamente atendidas. Hay reiterados enfrentamientos y discordancias entre gremios de estudiantes, educadores y padres de familia, y por sobre todo, persiste una actitud soberbia y cerrada por parte del titular de la cartera, para escuchar los cuestionamientos y debatir las soluciones posibles.
La crisis de la educación, que ya existía, se profundizó aún más con la pandemia del coronavirus. El 2020 fue prácticamente un año perdido y todo hace presagiar que el 2021 no será mucho mejor.
Definitivamente, la educación es uno de los mayores fracasos de este Gobierno.
Algo hay que hacer para sacar del pozo en que se encuentra a una de las áreas que resultan vitales para el desarrollo del país.