16 sept. 2025

“La droga es muerte, un infierno en vida para el adicto y su familia”

El padre de un joven adicto a las drogas comparte con ÚH la dolorosa experiencia familiar. Ruega por un combate serio a la distribución y microtráfico de sustancias.

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  • Clarisa Enciso
  • Clarisa-enciso@uhora.com.py

Una cadena de Twitter se volvió viral en estos días luego del descargo de un hombre contando su experiencia como padre de un joven adicto, que hoy tiene 22 años. El fuerte relato, ampliado a ÚH, deja ver que la sociedad está a merced de uno de los demonios más grandes de todos los tiempos: la droga, un vicio que no discrimina entre ricos y pobres, un mal que no perdona ni da tregua.

Conmovedor relato

En la publicación se lee el relato del padre, quien comenta que tiene un hijo que cayó en las drogas a los 14 años de edad. Primero inició con las famosas marihuana y LSD, para terminar estrellado contra la pared del crac. “En principio es como que no caemos en la realidad y pensamos que son travesuras de juventud, que con un buen tirón de orejas va a pasar, primer error, y muy grave. Hoy ya con vasta experiencia puedo testimoniar que nunca debemos subestimar a las drogas, después de muchos diálogos, sermones, discusiones y hasta tundas, él siguió con su consumo y en este vertiginoso tobogán encontró a la peor, el crac, una droga que no te da oportunidad”, relata el papá.

Para él, subestimar a esta adicción es el peor error que se puede cometer como padre. Para combatir este “vicio” se necesita erradicarlo de raíz, es decir, sacarlo de circulación.

“El mensaje que puedo dejar es no subestimar a las drogas. En tiempos modernos mucha gente acepta el consumo recreativo de ciertos tipos de estupefacientes. Debemos entender que cuando lo hacemos estamos jugando con fuego y que no todas las personas reaccionan de la misma manera ante el consumo, algunos son más susceptibles a quedar pegados por diversas razones: familiares, sicológicas, etc. De un grupo de consumo siempre quedan 1 o 2 que terminan esclavizados. La droga es muerte, es un infierno en vida para el adicto y para su familia, sus seres queridos”, comenta el padre en contacto telefónico con ÚH.

Agrega que su drama familiar ya lleva muchos años y en todo este tiempo han visto muchos casos iguales al suyo. “Familias sufriendo de manera anónima, peleando con sus propias fuerzas una batalla muy difícil sin más que el apoyo de grupos de padres de adictos o grupos de adictos recuperados. Nuestros casos son casi calcados y muchas veces lloramos juntos nuestras penas”, relata.

El papá comparte que la idea de contar su experiencia surgió de él mismo. “Dar visibilidad a las muchas familias que luchan día a día contra esto. También el dolor de muchos padres y madres que se rompen el lomo todos los días para pagar centros o clínicas de recuperación y ver la absoluta ausencia del Estado. La mayoría solo esperamos un combate serio a la distribución y microtráfico de drogas”, agrega.

Valentía, caos y esperanza

Este caso, como bien lo mencionó el progenitor, es uno de miles que en silencio libran una batalla campal, donde los que salen más perjudicados son el entorno del adicto, el cual, sin tener una luz que los guíe en el camino, se lanzan a la boca del lobo librando batalla tras batalla tratando de encontrar el camino para regresar sanos y salvos a la casa. “Mi familia se resquebrajó, con mi esposa casi llegamos a la separación. Pensamos en vender nuestros bienes y mudarnos a otro país o tal vez a algún lugar del interior donde existan menos narcotraficantes. Es un problema que afecta gravemente a la familia”, refiere.

En la actualidad, su hijo está nuevamente detenido por violencia familiar. “Comenzó desde los 14, pero su perdición llegó a los 18, después de terminar el colegio y comenzar la universidad. Fue ahí que comenzó con el crac. En mi caso particular, es la segunda vez que mi hijo es detenido por violencia familiar, sin embargo sus proveedores siempre están en el mismo lugar, duele mucho ver la facilidad con la que cualquier persona puede tener acceso a las drogas”, manifiesta apenado.

¿Es realmente la solución internarlos? Es una pregunta frecuente que se hace, pero la respuesta es más cruel que el mismo caso: No.

En muchos casos, como el de este joven, no hay vuelta de hoja, no hay inversión, deseo o perseverancia que acabe con esta agonía. “Tuvo ya 5 o 6 internaciones, ya estuvo en clínicas de muy alto costo (8 a 10 millones por mes), como en clínicas más baratas de 2 a 3 millones mensuales. Incluso estuvo internado en San Pablo, Brasil, donde hay más ayuda del Gobierno a las clínicas y se pueden encontrar centros de recuperación de muy buena calidad por unos 3 millones por mes”, añade.

Para cambiar esto no solo se debe “pelear” con el adicto, sino con las personas que distribuyen todo tipo de estupefacientes. La presencia del Estado se debe ver reflejada en las calles por donde sin ningún tapujo se venden las sustancias a chicos y grandes. Sostiene que la sociedad debe quitarse la venda y alzar su voz. Además es de suma importancia crear centros gratuitos de rehabilitación. “Deben abrirse más centros, sí, pero también se debe combatir el tráfico porque mientras no se detenga la venta aparecerán cada día más adictos, más enfermos y las clínicas no van a dar abasto. El combate es fundamental”, finalizó.