Afirmaba San Juan Pablo II que el dolor “no solo es útil a los demás, sino que realiza incluso un servicio insustituible. En el cuerpo de Cristo el sufrimiento, penetrado por el espíritu del sacrificio de Cristo, es el mediador insustituible y autor de los bienes indispensables para la salvación del mundo”.
Para aprovechar esta riqueza de gracias que, de una forma u otra, nos llegará, se requiere “una preparación remota, hecha cada día con un santo desapego de uno mismo, para que nos dispongamos a sobrellevar con garbo –si el Señor lo permite– la enfermedad o la desventura”.
El Papa a propósito de la lectura de hoy dijo: “Hoy en día todavía hay mucha gente que no conoce a Jesucristo. Por eso es tan urgente la misión de gentes, en la que todos los miembros de la Iglesia están llamados a participar, ya que la Iglesia es misionera por naturaleza: la Iglesia ha nacido “en salida”. La Jornada Mundial de las Misiones es un momento privilegiado en el que los fieles de los diferentes continentes se comprometen con oraciones y gestos concretos de solidaridad para ayudar a las iglesias jóvenes en los territorios de misión. Se trata de una celebración de gracia y de alegría. De gracia, porque el Espíritu Santo, mandado por el Padre, ofrece sabiduría y fortaleza a aquellos que son dóciles a su acción.
De alegría, porque Jesucristo, Hijo del Padre, enviado para evangelizar al mundo, sostiene y acompaña nuestra obra misionera. Precisamente sobre la alegría de Jesús y de los discípulos misioneros quisiera ofrecer una imagen bíblica, que encontramos en el Evangelio de Lucas. El evangelista cuenta que el Señor envió a los setenta discípulos, de dos en dos, a las ciudades y pueblos, a proclamar que el Reino de Dios había llegado, y a preparar a los hombres al encuentro con Jesús”.
(Frases extractadas de http://www.homiletica.org/francisfernandez/franciscofernandez0585.htm y https://es.catholic.net/op/articulos/48964/cat/331/jesus-llamo-a-los-doce-y-los-envio-de-dos-en-dos.html#modal)