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Con más de dos décadas, dedicadas a la alta costura, Javier Saiach siempre anheló llegar a París, pero nunca lo dio por hecho hasta que llegó el día: “Fue un sueño hecho realidad. París es la cuna de la alta costura, y presentar mi colección allí, en el Ritz, fue un reconocimiento a todo un recorrido”, expresa el diseñador.
Confirma, además, que este logro más que una meta, lo vivió como una confirmación de que desde Sudamérica también se puede construir un diálogo de igual a igual con el mundo del lujo.
Javier expresa su orgullo inmenso por la conquista de su colección cápsula: El vuelo inesperado. “Más que personal, es un orgullo colectivo. Siento que Saiach llevó a París el alma de toda una región”, comenta el director de la firma. Añade que no fue solo su llegada al Ritz, fue la llegada de Latinoamérica a ese escenario, puesto que antes estuvieron marcas latinas de joyas y accesorios, pero nunca habían estado piezas de costura 90% artesanales. Es por esto que “cada puntada, cada flor bordada a mano, representa el talento de nuestra gente”, en palabras de Javier.
Respecto a la inspiración de la colección, según el diseñador parte de la idea del vuelo: “De soltar, migrar, transformarse”.
Esta colección cápsula la conforman alrededor de veinte piezas, todas únicas, donde el tul, las transparencias y los bordados en seda “dialogan con la ligereza del aire”. Según su creador, esta es una colección que celebra la libertad y la metamorfosis.
SUS INICIOS
La ciudad de Corrientes vio nacer a Javier, y fue allí donde descubrió el poder del detalle y la belleza artesanal: “Entre mi madre con su buen gusto y el exceso del carnaval”. Con el tiempo, ese oficio se transformó en un lenguaje propio que hoy se traduce en Saiach, una casa de costura que une precisión, emoción y alma latina.
Sobre lo que le llevó hasta aquí, asegura que su camino fue siempre el mismo: “trabajar con las manos, pero soñar con el mundo”.
Respecto a su decisión de migrar a Paraguay, la atribuye a la calidez del recibimiento que trascendió lo profesional. “Encontré en este país una energía creativa enorme, un público sensible al valor del trabajo hecho a mano y una conexión profunda con la naturaleza, que inspira mucho de lo que hago”, comenta.
Desde aquí pudo construir una base sólida para una marca que hoy se proyecta desde Asunción hacia el mundo.
CREATIVIDAD Y DESAFÍO
Para Javier cada vestido tiene su historia y su reto, “pero quizás los más desafiantes son aquellos que llevan detrás un gran momento de vida: Una boda, una gala, un sueño cumplido. No me gusta medir la dificultad por la técnica, sino por la emoción. Lo más complejo, siempre, es capturar la esencia de quien lo va a vestir”, dice.
Sobre el puntapié inicial para dar vida a cada pieza, explica: “La inspiración nace de lo que vivo. A veces viene del silencio, de una textura, de un viaje, o incluso de una palabra. Cada colección es un capítulo distinto de mi historia personal”. El vuelo inesperado, por ejemplo, nació de un sentimiento: El de lanzarse, sin miedo, hacia lo desconocido.
Los sueños y el trabajo siguen: Ahora se encuentra próximo a dar apertura al Estudio Saiach en Asunción, que será la casa central de la marca. Detalla que este será un espacio que unirá taller, tienda y recorrido artístico, “para que cada persona entienda lo que significa poseer una pieza de alta costura”. Con esta buena nueva también llegaron clientas del exterior que hacen citas para realizarse sus vestidos desde Asunción, algo que Javier nunca creyó que pasaría.
Entre las novedades agrega que él y su equipo se encuentran preparando nuevas colaboraciones y presentaciones internacionales, así como proyectos que celebran los 25 años de la marca. “Será un año de homenajes, de mirar hacia atrás con gratitud y hacia adelante con una nueva energía creativa”, dice.
GRATITUD Y NOSTALGIA
El diseñador se siente muy agradecido hacia su equipo, “y a todos los que siguen creyendo en la belleza”; y no puede dejar de recordar a su madre, Yoli: “Porque ella fue la primera que creyó en mí, cuando todo era un sueño”.
Javier solía decir a su madre que quería ser famoso cuando sea grande. “Su amor, su mirada y su fuerza fueron el hilo invisible que sostuvo cada puntada de mi camino”, comparte. Asimismo, refiere que para cada momento importante de su vida o cuando siente que las fuerzas flaquean, repite la siguiente frase casi como un mantra: “Mamá, estoy en camino”. Allí es cuando encuentra la calma, la tranquilidad y la fuerza para seguir, “recordando esa sonrisa y esos ojos que siempre confiaron en que podía llegar a cualquier parte”.