Ahora bien, la economía de Estados Unidos no está en mal estado, es más bien una locomotora en marcha. Según todas las métricas, el país crece en términos de producto interno bruto, está cerca del pleno empleo (con una tasa de desempleo del 3,9% en octubre), y tanto la inflación como las tasas de interés están disminuyendo. Entonces, ¿por qué casi el 40% del electorado optó por cambiar esta administración demócrata por la economía? ¿Nos falló el teorema de Carville?
Existen varias explicaciones, pero una muy profunda es la de nuestro título: “Los impuestos, estúpido”. En un país donde la inmensa mayoría de la población los paga religiosamente e impactan fuertemente en el bolsillo del ciudadano y de las empresas, ahí está la preocupación sobre “la economía”.
Donald Trump y Kamala Harris propusieron las reformas tributarias más grandes de los últimos cuarenta años, impactando en distintos grupos de votantes.
En términos simplificados, la propuesta de Donald Trump fue “yo voy a bajar los impuestos a todos los estadounidenses y tendrán más dinero en sus bolsillos”. Un dicho avalado por la reforma de su anterior presidencia, la “Ley de Empleos y Reducción de Impuestos” de 2017, cuyos beneficios expiran en 2025. Kamala Harris, en cambio, hubiera dejado expirar estos beneficios, manteniendo solo algunos para personas con ingresos de hasta USD 40.000 al año.
Trump fue más allá: habló sobre su “interés en poner fin al impuesto federal sobre la renta”, remontándose a finales del siglo XIX, cuando Estados Unidos financiaba el gasto federal solo con aranceles aduaneros. Argumenta que una tasa general de importaciones de 10% pueden generar suficientes ingresos y al mismo tiempo frenar el avance de las importaciones de China (cuya tasa aduanera “especial” sería de un 60%).
Las dificultades prácticas de implementar esta “marcha atrás” de 100 años en el impuesto a la renta son enormes y posiblemente gran parte del electorado no comprende la complejidad de simplificar los aranceles aduaneros actuales, ni de eliminar impuestos a la renta que generan al deficitario Tesoro americano más de cuatro trillones de dólares. Sin embargo, el mensaje del presidente electo fue claro y sin ambigüedades: “Yo les voy a bajar los impuestos”.
Por su parte, Kamala Harris fue en la dirección opuesta. Propuso algunos recortes de impuestos y créditos fiscales a ciudadanos de menores recursos, también fue muy explícita al querer aumentar impuestos a empresas y grandes contribuyentes. Sus propuestas, en conjunto, representan un histórico aumento de recaudación. Tampoco ayudó a Harris el contexto del partido demócrata, como el senador Bernie Sanders con su lema de “Tax the Rich” o “Cobrar impuestos a los ricos”, con un impacto posible sobre sectores empresarios y clase media.
¿Y en Paraguay? Tú me dirás: “¡Ah!, no es un tema, aquí los impuestos son bajos, no nos podríamos comparar con Estados Unidos”.
Veamos… Las contribuciones al Instituto de Previsión Social (IPS) no están lejos de lo que se paga por seguridad social en Estados Unidos, con la diferencia de que en el país del norte tienen un tope. Si te va bien y ganás más dinero, hay un límite a la contribución del empleado. En Paraguay no hay techo, con lo que la gente que gana mucho tiene un desincentivo a contribuir. Un gran tema tributario local.
Actualmente, nuestro presidente y ministro de Economía han planteado claramente acercarse a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), cuyas políticas tributarias y tasas están muy alineadas con países como Estados Unidos, Canadá y Europa, además de significativamente “expandir la base tributaria”. ¿Estamos preparados en Paraguay para ir a futuras elecciones y votar en función de los impuestos?