De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Este viejo adagio se aplica en cualquier contexto y, en particular, a la gestión de los administradores de turno de la cosa pública.
“No hay mal que por bien no venga”. Este popular refrán también se ajusta al momento actual en que se viven horas difíciles en plena crisis por la pandemia del Covid-19. Porque este indeseable virus forzó a que se prepare a todo el sistema sanitario a un nivel, no solo histórico, sino inédito, con ciudades del interior que hoy, por primera vez, cuentan con unidades de terapia intensiva (UTI) y especialistas a todo tiempo, médicos y personal de enfermería, enfundados de pies a cabeza con trajes de protección. La capacidad instalada que está dejando esta pandemia, se puede extrapolar al crecimiento que se tuvo a lo largo de 14 años recientes, en cuanto a las camas de UTI. Del 2004 al 2018, el sistema público de Salud creció en 238 camas de terapia, un poco más de las 225 camas UTI que se sumaron en estos últimos siete meses (ver infografía). Así lo atestiguan los registros que tienen en el Ministerio de Salud Pública (MSP) y que revelan lo que no se hizo, o se dejó de hacer, y que ahora se está haciendo ante la emergencia sanitaria de escala global. Lugares como Ciudad del Este (CDE), “la más cosmopolita del país”, en palabras del Dr. Guillermo Sequera, director de Vigilancia de la Salud, pasó de tener 16 a 79 camas UTI en el sistema integrado con el Instituto de Previsión Social (IPS). Lo propio en Encarnación, Pedro Juan Caballero (PJC), puntos fronterizos claves, incluso se creció en hospitales de Asunción y Central. A enero de este año, había 304 camas de terapia funcionando. A setiembre se tenían en funcionamiento 529 camas UTI. Con las nuevas habilitaciones que se están realizando en esta primera quincena de octubre, “la intención es aumentar entre 40 y 50 camas más de UTI, aproximadamente, porque ya es dependiente de la cantidad de recursos humanos”, según indicó el Dr. Julio Borba, viceministro de Atención Integral a la Salud. Ciudades como Lambaré, Paraguarí, Ayolas seguirán los pasos de Caaguazú que, este año, por primera vez cuenta con cuidados intensivos. “No sé si todavía es muy temprano para decirlo, pero con este crecimiento que tuvimos en infraestructura, en terapias, en equipos, en ningún momento nos vimos rebasados”, sostuvo. Borba dice que se está pasando la primera ola del Covid, que está hoy en una meseta de casos, sin que el sistema se haya visto superado. Aunque estuvo –y sigue estando– casi al límite. “Viendo lo que pasó en otros países de Sudamérica (Bolivia, Perú, Ecuador y Brasil), donde la gente se moría en las calles, nosotros no tuvimos eso”, opuso. De las diez derivaciones que tuvieron al sector privado, en las últimas tres semanas, ocho volvieron al sistema público. “O sea, tenemos siempre disponibilidad en el sector público”, aseveró. Cuando pase la pandemia quedarán los hospitales de contingencia que se levantaron, ya en forma de módulos o pabellones, en el Hospital Nacional de Itauguá (HNI), en el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias y del Ambiente (Ineram), en CDE, Hospital Pediátrico Acosta Ñu, en Villarrica, Lambaré, Limpio, San Ignacio, PJC, Villa Elisa, entre otros. Después está la duplicación de las urgencias que derivó en la contratación 4.700 recursos humanos y que habrá que sostener durante el año entrante.