Sin embargo, lo que nos interesa es su uso en el periodismo, ya que se halla dentro de los postulados éticos de nuestra profesión u oficio, como lo llaman algunos, y en el de varias otras profesiones porque lo que asegura es que actúe con total libertad.
Y mantener la libertad, la independencia, en estos tiempos pandémicos es bastante difícil, porque existe presión desde todos lados. Incluso, la terrible realidad que vivimos de la que no podemos sustraernos, hace que nos toque personalmente. Esto determina que sea mucho más dificultoso mantener ese ideal de independencia.
La presión existe desde el lado gubernamental, para evitar las críticas o las publicaciones que revelen cualquier trapisonda corrupta; y, también, no podemos negarlo, de los grupos de presión, de las redes sociales, de los que tienen sus propios intereses, que por su filosofía fundamentalista, no admiten opinión en contrario.
La falta de independencia de los periodistas hace que se transmitan las noticias en forma parcial, omitiendo lo que no nos gusta, direccionándola para mostrarla de acuerdo con nuestros propios intereses, muchas veces, para ganar figuración y fama, pero minando de esa manera la credibilidad de nuestra profesión.
Soy un convencido de que la noticia debe ser presentada objetivamente, con todos los detalles, explicaciones y contextualizada, de modo que el público la conozca.
Tenemos todo el derecho a opinar como ciudadanos de este país, pero esa opinión —dada con profundo conocimiento de los hechos— debe estar en forma separada de la noticia, para que se diferencie lo que es información de la opinión.
Hace poco, en las redes sociales, uno de esos grupos fundamentalistas arrobó a varios periodistas porque supuestamente no tomaban una postura sobre un caso determinado, indicando que si no lo hacíamos éramos “cómplices”.
Es más, en plena cobertura, gente de este grupo culparon a los periodistas de que no protestamos o criticábamos la situación que a ellos supuestamente les afectaba, y que si no fuera por ellos, la cuestión seguiría igual. Se olvidaron de que gracias a nuestras publicaciones, el caso se hizo conocido y tuvo mayor relevancia social.
Me pregunto cómo quedaríamos si presentamos una noticia en forma parcial, solo para agradar a un grupo, que dice defender un derecho, cuando que en realidad quiere pisotear el derecho de pensar del periodista. ¿Acaso tenemos la obligación de pensar como ellos quieren y si no lo hacemos ya somos cómplices?
Este tipo de grupos, que ya mostró su violencia con algunos periodistas cuando estos hacían su trabajo, poco bien le hace a la democracia que dicen defender. El fundamentalismo ideológico es uno de los primeros pasos hacia el fin de la democracia, cuando se quieren imponer ideas de esa manera. Así se llega al totalitarismo.
La libertad de expresión y de pensamiento es también nuestro derecho. Que no nos quieran imponer qué pensar o qué opinar. Una prensa libre es esencial para la democracia, y para eso debemos ser independientes de la injerencia tanto gubernamental, como de los grupos de presión.
Este 26 de abril celebraremos otro Día del Periodista, por lo que debemos reafirmar nuestro compromiso con la verdad, con la independencia, con la democracia y, principalmente, a favor del bien común.
Creo que eso beneficiará más a nuestra patria que transigir ante estos grupos de presión que quieren imponer sus pensamientos como la única verdad universal, sin admitir opinión ni prueba en contrario.