Esa construcción que se hizo de la figura del mariscal a partir de 1936, cuando se oficializó el cambio de rol histórico que tuvo López, sigue perdurando hasta ahora en los textos escolares, en el espacio público, en la memoria colectiva, explica y precisa que sigue siendo una representación importante. “La mayoría, de una u otra manera, se identifica más con el lopismo que con el antilopismo”.
Acerca de esta polémica, Caballero alega que los detractores mucho aporte no han dado. El último gran debate sobre López –acota– fue con relación a su muerte tras la aparición de unas cartas que mencionaban que fue ejecutado por la propia tropa paraguaya. No obstante, precisa, la Academia Paraguaya de la Historia sacó a relucir que eran documentos apócrifos.
“Yo sostengo que hay más lopistas que antilopistas por el tema de la memoria colectiva que va de generación en generación, que puede verse en el cancionero popular, el teatro, la poesía. Sigue siendo fuerte esa tradición nacionalista que va muy identificada con la figura de López”, detalla.
La polémica continuará, asegura. “Lo interesante es que esos debates pueden llevar a nuevas interpretaciones sobre todo con respecto a la guerra. López es una persona que tuvo que lidiar con un momento muy complejo de la historia. No tiene más atributos que otros paraguayos, pero la construcción que se hizo desde 1936 en adelante sí lo eleva a una especie de ser mitológico que es la base de la nacionalidad paraguaya. Toda configuración nacionalista tiene que tener elementos y símbolos que puedan servir de unidad a la nación y ese es López. Mientras la construcción antilopista no consiga dar un símbolo o algún elemento que sirva de unidad a los paraguayos, la figura de López va a seguir siendo muy fuerte y difícil de reemplazar, sobre todo dentro de la mentalidad colectiva”.