06 may. 2024

¿Hay vida fuera de la Concertación?

antes del séptimo día

Siempre dijimos que para que ocurra una alternancia en el poder es necesario que sucedan simultáneamente dos cosas: una cierta división en el Partido Colorado y que la oposición haga muy bien las cosas.

Lo primero parece estar sucediendo, por la dureza de los ataques mutuos, con el agravante de que sus dos movimientos internos fueron duramente golpeados por las acusaciones del Gobierno norteamericano.

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Lo segundo venía bastante bien, pese a los pronósticos agoreros, pues casi toda la oposición firmó el acuerdo de la Concertación y la Justicia Electoral les permitió utilizar el padrón nacional en sus elecciones.

Sin embargo, advertíamos que quedaba el obstáculo más complejo: una elección legítima, en la que la dupla ganadora fuera aceptada por los perdedores. Era indispensable que el espíritu de unidad superara la inquina de los egos y los intereses personales.

En ese sentido, las miradas estaban puestas en la elección de la acompañante de Efraín Alegre. Hablo de él simplemente porque parece ser el favorito para ganar la puja en la Concertación. Y digo “la “acompañante” porque las dos candidatas con más chances de ser elegidas eran Soledad Núñez y Esperanza Martínez. Estaba claro que la decisión del equipo de Efraín tendría un criterio exclusivamente electoral; es decir, se basaría en una cuestión de números y márketing.

Ambas tenían experiencia y habían salido con buena imagen de los cargos gubernamentales que ocuparon. Soledad fue ministra de la Vivienda de Horacio Cartes y Esperanza, ministra de Salud de Fernando Lugo. Allí terminaban las semejanzas y empezaban los rasgos diferenciales, con los cuales los asesores de Efraín debían sopesar las ventajas y desventajas de cada una.

Soledad, con una historia más conservadora, podría atraer los votos de esa parte del espectro político y facilitar el apoyo económico proveniente de empresarios de derecha. Esperanza, por su parte, representaba a un electorado progresista que, de acuerdo al parámetro con el que se mida, significa entre 150.000 y 300.000 votos.

En cualquiera de los casos, la elección de Efraín sería criticada. Si elegía a Soledad, le dirían que tiene casi su mismo perfil ideológico y que arruina su discurso de “Patria o mafia”, porque ella había sido colaboradora de Cartes. Esto aparecería en la campaña, aunque ella haya tenido una trayectoria limpia.

Si elegía a Esperanza, le dirían que con eso ahuyentaba votos y que las elecciones pasadas las perdió porque su candidato a vice era izquierdista. Esto aparecería en la campaña, aunque fuera una falsedad, como lo demostró Leo Rubín haciendo unos simples cálculos aritméticos.

Unos cálculos parecidos a los que habrá hecho el equipo de campaña de Efraín para terminar optando por Soledad. La decisión produjo enojos en la izquierda y provocó la salida de parte de la misma de la Concertación. Aunque la propia Esperanza y el partido de Carlos Filizzola permanecen adentro, es evidente que esta sangría la debilita.

Fuera de la Concertación, Euclides Acevedo, con la caña de pescar en la mano, los espera con cara de viejo zorro. Sabía que, con tantas internas en curso, algo caería en sus redes. Y eso que todavía falta el cardumen de colorados enojados. Su discurso es inentendible, pero suficiente para este momento de confusiones: “Ni continuismo ni alternancia”. De confusión hablamos, pues quienes abandonaron la Concertación porque Efraín eligió como dupla a una ex ministra de un gobierno colorado hoy olvidan cuál fue el último trabajo de Euclides.

No creo que haya mucha vida opositora fuera de la Concertación. Excepto, que se considere vida darle oxígeno a la ANR para cinco años más de gobierno.

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