A principios del siglo XX, Egipto era un destino muy popular entre los viajeros y un lugar de vacaciones para gente adinerada. Entre los visitantes habituales se encontraba George Herbert, conde de Carnarvon, que pasó varios inviernos en Egipto recuperándose de un accidente de coche. Hasta entonces se había dedicado a coleccionar antigüedades, pero compró una concesión para excavar en Tebas y en 1907 se dio cuenta de que necesitaba un asesor. Le presentaron a Howard Carter, un eminente egiptólogo autodidacta y excelente dibujante, y lo invitó a unirse a su empresa.
Carter le expuso su teoría de que en el valle de los Reyes estaban agrupadas las tumbas de los faraones de la dinastía XVIII y Carnarvon acordó empezar las excavaciones. El dueño de la concesión era Theodore Davis, un rico estadounidense que aseguraba haber encontrado pistas de la tumba del faraón Tutankamón, muerto a los 18 años. Se creía entonces que el joven faraón había fallecido probablemente de tuberculosis, hacía 3.300 años. Todas las tumbas encontradas hasta entonces habían sido saqueadas por ladrones de tumbas.
Carter localizó por casualidad unas escaleras bajo la entrada de la tumba del faraón Ramsés IV. Nadie sabía a dónde se dirigían, pero algunos indicios despertaron la curiosidad del egiptólogo. Tras excavar con sumo cuidado, llegaron a una especie de cámara reducida; en su parte frontal presentaba una serie de sellos intactos, que indicaban que nadie había traspasado aún aquel lugar. Se encontraban ante una tumba real.
El 26 de noviembre de 1922 se rompieron los sellos reales que habían estado intactos más de 3.300 años y se accedió a la tumba. El trabajo tardó diez años en completarse. Gracias al carácter extremadamente metódico de Carter, cada uno de los 4.000 objetos de la tumba fue fotografiado in situ y registrado antes de retirarse. Se tardó dos meses en vaciar la antecámara. Todos los carruajes, camas, tronos y cajas retirados por los ladrones en la antigüedad habían sido amontonados de cualquier manera por los enterradores oficiales cuando volvieron a sellar la tumba. Carter se negaba a entrar en la cámara funeraria hasta haber estudiado, restaurado y enviado a El Cairo todos los objetos de la antecámara.
Tras la inesperada muerte de lord Carnarvon, surgió el rumor según el cual aquel que entrara en la tumba de Tutankamón sería víctima de una maldición. Los periódicos de la época le dieron mucho eco y el propio Carter tuvo que defenderse de esas ideas con argumentos científicos. Aunque sí es cierto que en los años siguientes al descubrimiento de la tumba de Tutankamón se produjeron algunas muertes sorprendentes entre los miembros de la expedición, probablemente debidas a que a que en la tumba se encontraron altas concentraciones de esporas del hongo Aspergillus flavus.
Ciencia Afinan cálculos para estimar la edad de las estrellas Investigadores de la Universidad de Viena y del Centro de Astrobiología descubrieron una discrepancia entre dos de los métodos más fiables para medir la edad estelar (trazas isocronales y dinámicas). Según los resultados de la investigación, la edad de las trazas dinámicas es sistemáticamente inferior en unos 5,5 millones de años que la edad que dan las isocronales.
Puerto Rico Arte rupestre pictográfico, más antiguo de lo que se pensaba Los primeros pobladores de Puerto Rico crearon arte rupestre pictográfico mucho antes de lo que se creía y en la isla coexistieron varias culturas precolombinas. Este dibujo data de entre los años 700 y 400 antes de Cristo, coincidiendo con la Edad Arcaica, mientras que los anteriores de los que se tenía constancia en la isla eran de después de Cristo, según arqueólogos locales.
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MIRADOR DE PALABRAS La Fundación del Español Urgente (FundéuRAE) explica que la voz “ecosilencio”, escrita en minúscula y sin espacio ni guion, es una alternativa válida a “greenhushing”, que se refiere al ocultamiento de información sobre el cuidado del medioambiente. En las noticias sobre economía y ecología se pueden encontrar ejemplos como los siguientes: “Entra en juego el ‘greenhushing’ como una tendencia”, “El greenhushing es también perjudicial para avanzar en la acción por el clima” o “No están tan convencidos de que el greenhushing vaya a convertirse en un problema importante en la moda”. Con el nombre inglés de “greeenhushing” se conoce la estrategia seguida por algunas empresas con la que evitan hacer públicas las medidas que toman para que su actividad sea ecológica o sostenible. Las razones pueden ser diversas, como la posibilidad de no conseguir los objetivos que se han propuesto, el temor de que se les acuse de “ecopostureo” o, incluso, no considerar este asunto verdaderamente relevante. EFE
Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la padecen. Albert Camus, escritor y filósofo franco-argelino.
España Crisis o emergencia climática, mejor que cambio climático Los términos crisis o emergencia climática son más adecuados para denominar la situación actual del planeta porque ya está inmerso en el “cambio climático”, aunque también se ha planteado la posibilidad de utilizar el de “resiliencia climática”. Esta es la respuesta en la que han coincidido los científicos y juristas que han participado este jueves en la mesa de debate con la que ha comenzado el XVI Seminario de Lengua y Periodismo “Cambio climático: lenguaje y comunicación”, organizado por la Fundación San Millán de la Cogolla y la Fundación del Español Urgente FundéuRAE, formada por la Real Academia Española y la Agencia EFE en la localidad española de San Millán de la Cogolla. Los organizadores del seminario lanzaron a los cuatro participantes la misma pregunta sobre si es más adecuado hablar de crisis climática o de cambio climático. “Cambios climáticos ha habido más” y, “por eso, es mejor hablar de emergencia climática”, subrayó la catedrática de Paleontología de la Universidad española de Zaragoza, Laia Alegret, quien abogó por “hablar de emergencia climática”. EFE