Este año no solamente marcharon los de la FNC. También lo hicieron previamente los integrantes de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas e Indígenas. Aunque son organizaciones que pertenecen a sectores gremiales y políticos diferentes, sus reclamos son similares.
En el caso de la Coordinadora, exigen la refinanciación de sus deudas, dentro de una serie de reivindicaciones históricas, como la reforma agraria y la recuperación de las tierras malhabidas, así como un apoyo más directo a la agricultura tradicional campesina. Además, piden la renuncia del presidente Mario Abdo Benítez y del vicepresidente, Hugo Velázquez, por su pésima gestión ante la actual crisis.
En el caso de la FNC, esta reclama que en nuestro país falta política de distribución de tierras y política de salud. La organización propone debatir entre todos los sectores un proyecto nacional, una propuesta, un programa, que encamine realmente la salida a todos los problemas sociales estructurales. El lema de este año es: “Fuera, corruptos y vendepatrias. Por tierra, salud, trabajo y soberanía”.
La ya tradicional marcha campesina viene realizándose cada año, siempre en este mismo mes, y ha sido particularmente importante la que se realizó en 1999, durante los sucesos políticos del llamado Marzo Paraguayo, en que los labriegos asumieron un rol decisivo en la gesta ciudadana que culminó con la renuncia del presidente Raúl Cubas y la salida del país del general Lino Oviedo, tras el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña y la muerte de siete manifestantes en las plazas del Congreso, alcanzados por balas disparadas por francotiradores. Precisamente, en estos días se cumplen 22 años de este histórico suceso que alteró la vida política del país.
Es lamentable que continúe la insensibilidad estatal hacia quienes conforman el principal grupo social en el país, que constituyen la base de la producción alimentaria y la economía de subsistencia.
En un país en donde persiste una gran desigualdad y una gran parte de la población persiste en altos niveles de pobreza, en donde pocos propietarios siguen siendo dueños de grandes extensiones de tierras, urge también asegurar la propiedad para los pequeños productores y poner a disposición de los campesinos modelos de producción que permitan la incorporación de nuevas tecnologías, para acceder a un desarrollo más integral, respetando los valores de su cultura tradicional.
Los reclamos principales no son difíciles de cumplir, solo hace falta tener voluntad política y apostar por un modelo económico que tenga en cuenta a las familias campesinas.