Entre las granjas que se dedican a la producción de huevos, decenas cerraron debido a que no pudieron contrarrestar los efectos del contrabando, mientras que otras apenas resisten. Para el Servicio Nacional de Calidad y Salud Animal (Senacsa) se trata además de un efecto de la sequía que disparó los precios de la nutrición de las aves, en tanto que el calor extremo impactó en la productividad de las gallinas.
Los pequeños productores son los más vulnerables a situaciones adversas, como los factores climáticos y comerciales. Es el caso de Juan Carlos Martínez, quien desde el 2016 apostó a la producción de huevos camperos que con mucho esfuerzo llegaron hasta góndolas de los centros de venta más exigentes.
Como el negocio familiar fue prosperando, los galpones instalados en Nueva Colombia, Departamento de Cordillera, se empezaron a ampliar para albergar hasta 6.000 gallinas, más aún en el 2020, que según el productor “fue el mejor momento de la granja”, debido al cierre de fronteras que impidió el ingreso de huevos de contrabando.
Sin embargo, todo cambió a mediados del 2021, cuando se flexibilizaron las medidas sanitarias, cuyo efecto secundario derivó en el retorno del contrabando y la caída de precios de los huevos locales. En el caso de Doña Anita, al tratarse de huevos camperos el costo de producción es más elevado y por tanto el precio también es diferente a los demás. En su peor momento la pequeña empresa vendió a G. 15.000 la plancha de 30 unidades, frente a los huevos blancos, que son los de contrabando, que se ofrecían a incluso G. 9.000 la plancha.
Para entonces, Martínez había accedido a un crédito de G. 60 millones para el crecimiento de la granja, la cual pudo sostener solo hasta diciembre de 2021, debido a que los precios ya no alcanzaban a cubrir los costos de producción. “Ahora no sabemos cómo vamos a pagar la deuda”, manifestó preocupado.
El presidente de la Asociación Paraguaya de Productores Pymes de Huevos, Rolando Ramírez, estima que cerraron alrededor de 20 granjas, pero Martínez aseguró que son en realidad unos 80 pequeños negocios frustrados que pasan desapercibidos al no estar agremiados.
Celia Cáceres, propietaria de la Granja Limar, de Coronel Oviedo, logró mantener abierto su emprendimiento, pero con mermas de casi 50%. En el peor momento, la plancha de huevos de 30 unidades apenas tenía un precio de G. 13.000 y en algunos casos G. 10.000, mientras que los balanceados empezaron a encarecerse. La productora no tuvo otra opción que vender unas 3.500 gallinas de las 8.000 que tenía y para alimentarlas tuvo que depender de la venta de sus rubros hortícolas, ya que no puede acceder a más créditos porque a raíz de la crítica situación ingresó como morosa al sistema de Informconf. A esto se sumó el encarecimiento de los balanceados, que de G. 38.000 saltó a alrededor de G. 80.000, sin contar los gastos en vacunas y certificaciones.
En el caso de algunos de sus vecinos, se reportaron remates de animales por apenas G. 7.000 por gallina.
En su mejor momento, Cáceres tenía una oferta de 300 planchas de huevos al día, producción que ahora se redujo a 150. “Ahora lastimosamente no podemos abastecer 100%”, lamentó.
Por su parte, Gustavo Careaga, propietario de la granja Don Yiyo, tuvo más posibilidades de enfrentar las consecuencias del contrabando y el aumento de los costos de producción debido a que tiene mayor “espalda financiera” y fabrica su propio balanceado. Es un mediano productor con alrededor de 15.000 aves en los galpones que tiene en Santaní, Departamento de San Pedro. Sin embargo, sus márgenes de ganancia se desplomaron y algunos balances hasta cerraron en negativo.
Se quejó de que el sector alertaba desde hace un año sobre el desabastecimiento de huevos que sufre actualmente el país, pero que nada avanzó en la lucha contra el contrabando. Estima que en alrededor de un año se podría recuperar la producción si los precios permiten.
Desconfianza. Los tres granjeros coincidieron en que el desabastecimiento de huevos se veía venir y que en muchas ocasiones las autoridades fueron advertidas. En algunos supermercados simplemente no hay disponibilidad, mientras que en otros la venta se limita a una plancha de huevos por familia.
Aunque actualmente los precios se dispararon hasta a G. 40.000, Celia Cáceres no se anima a reponer más gallinas porque teme que el contrabando de huevos vuelva con todo y termine por quebrar el negocio que tanto le está costando sostener.
Asimismo, los costos para levantar galpones y mantener las gallinas fueron en aumento.
En el caso de Martínez, decidió abandonar el rubro al que se había incorporado en el 2016 y ahora intenta superar con otro pequeño emprendimiento el problema financiero que le dejó la granja.
Otros motivos de desabastecimiento
Al titular del Senacsa, José Carlos Martin, no le convence la hipótesis de que el contrabando es la única causa de la falta de huevos.
Explicó que en toda la región hay faltantes de este producto y atribuyó el problema principalmente a la sequía, que por un lado derivó en menos granos disponibles para los balanceados y por tanto en su encarecimiento, ya que los precios incluso se triplicaron.
En tanto que el clima caluroso también repercutió en la capacidad de las gallinas de producir huevos. “Tenían una ponedora mucho más cara con la mitad de producción”, detalló Martin acerca de la situación del sector avícola.
Además de las granjas que crían aves para producción de huevos, las que destinan los animales a faena y exportación también sufren una situación complicada.
La carne avícola también tiene como destino principal Rusia, mercado que redujo sus compras tras sanciones por el conflicto con Ucrania.