Alegría indescriptible... Emoción hasta las lágrimas... Días casi mágicos vividos en Paraguay durante la visita del papa Francisco. Creyentes o no, este carismático líder logró conmocionar hasta las fibras más íntimas de nuestra sociedad.
Pero, independientemente de esos emocionantes y hermosos días, quienes habitamos este querido país tenemos hoy la obligación de buscar la mejor manera de retribuir un poco de lo mucho que nos brindó el Papa.
No sé a usted, pero a mí la sensación que me quedó es esa, la de haber recibido mucho, demasiado, casi sin merecerlo.
No estoy hablando solo en el plano de lo personal, sino como nación, como sociedad, como seres humanos.
Desde su “no puedo más”, expresado ni bien llegó al país pero igual seguir andando, hasta su “qué mentiroso que sos” o “lo peor que pueden pensar al salir de acá es ‘qué bien lo que le dijo el Papa a ese o esa’. Nooo, hay que decir: ‘me lo dijo a mí. A cada uno”, fueron todas verdaderas lecciones que debemos no solo aprender sino incorporar sin demoras.
Y para ello nada mejor que tomar y asimilar a nuestra cotidianidad esos valiosos y oportunos consejos y sugerencias hechos ya sea directamente en sus mensajes y homilías, o a través de simples gestos de cariño y amor hacia el otro, hacia los demás.
El papa Francisco, con su visita, nos dio un baño de realidad y de regalo cátedras de humanismo.
Es que con un lenguaje casi coloquial y una profunda sencillez abordó temas terriblemente sensibles para nuestra materialidad criolla, como lo pueden ser el fatalismo, el conformismo, la drogadicción, el desempleo, la corrupción, la desigualdad, el egoísmo, la soberbia, la inequidad y hasta el machismo.
Conocedor profundo del ser nacional, habló con naturalidad de lo mal que está nuestra Justicia y de cómo “el chantaje es corrupción, y la corrupción es la polilla, la gangrena del pueblo”.
Y nos enseñó a aceptar las diferencias y reconocer que todos somos valiosos “No hay personas de primera, segunda, tercera o cuarta, todos somos de la misma categoría”.
Pero, quizás lo más importante, nos demostró la importancia y necesidad de jugarse por la vida, por los ideales: “No tengan miedo de dejar todo en la cancha, jueguen limpio y con todo. Pero, ¡no coimeen al réferi!”.
Dígame si eso no es conocimiento profundo de nuestra idiosincrasia.