29 mar. 2024

Gilles Deleuze, de la filosofía como fuerza de creación

Fue uno de los filósofos franceses más influyentes y prolíficos de la segunda mitad del siglo XX. Su empirismo trascendental sigue plenamente vigente.

Gilles Deleuze, de la filosofía como fuerza de creación.

Gilles Deleuze, de la filosofía como fuerza de creación.

María Gloria Báez
Escritora


En 1995, Gilles Deleuze se suicidó saltando desde la ventana de su apartamento parisino. Dejó un legado filosófico que pasó a influir en numerosas disciplinas académicas: filosofía continental, estudios cinematográficos, teoría literaria, crítica cultural, teoría social y política, estudios Lgbtq, teoría del arte, arquitectura, así como el creciente campo de los estudios animales y teoría ambiental.

Deleuze fue uno de los filósofos franceses más influyentes y prolíficos de la segunda mitad del siglo XX. Concibió la filosofía como la producción de conceptos y se caracterizó a sí mismo como un “metafísico puro”. En su obra magna ‘Diferencia y repetición’ (1968), trata de desarrollar una metafísica adecuada a las matemáticas y la ciencia contemporánea, una metafísica en la que el concepto de multiplicidad reemplaza al de sustancia, el evento reemplaza a la esencia y la virtualidad reemplaza a la posibilidad. También realizó estudios de historia de la filosofía (sobre Hume, Nietzsche, Kant, Bergson, Spinoza, Foucault y Leibniz) y sobre las artes (varios estudios: Uno de cine en dos volúmenes; sobre Proust y Sacher-Masoch; Francis Bacon, y una colección de ensayos sobre literatura). Deleuze consideró estas últimas obras como pura filosofía y no como crítica, ya que buscaba crear los conceptos que corresponden a las prácticas artísticas de pintores, cineastas y escritores. En 1968 conoció a Félix Guattari, activista político y sicoanalista radical, con quien escribió varias obras, entre ellas El Anti-Edipo (1972) y Mil Mesetas (1980), entre otras.

Deleuze, se destaca por su rechazo a la noción heideggeriana del “fin de la metafísica”. También debemos señalar el alcance de sus referencias no filosóficas (cálculo diferencial, termodinámica, geología, biología molecular, genética de poblaciones, etología, embriología, antropología, psicoanálisis, economía, lingüística e incluso pensamiento esotérico); su colega Jean-François Lyotard se refirió a él, como una “biblioteca de Babel”. Su buen amigo y colega filósofo, Michel Foucault predijo: “Este siglo (es decir, el siglo XX) será deleuziano”.

COMPROMETIDO CON LA INMANENCIA

¿Qué es de Deleuze hoy, en el siglo XXI? Para responder a esta pregunta, vale la pena recordar algunas de sus ideas clave. Está, por ejemplo, su famoso punto de que la filosofía es la creación de conceptos. Sin la creación de nuevos conceptos, no puede haber un pensamiento diferente, no puede haber una línea de vuelo en el pensamiento. En segundo lugar, y muy relacionado con esto, propuso que los conceptos son herramientas de análisis, no de reconocimiento.

Fiel a su palabra, dejó un aparato conceptual vibrante. Algunos de éstos (los que acuñó con su amigo y compañero de trabajo, Félix Guattari), toman la forma de conceptos conectivos: Desterritorialización y re-territorialización, espacio liso y espacio estriado, lo molar y lo molecular, mayoritario y minoritario. Estos no deben confundirse con pares dualistas. Más bien, cada uno tiene una relación inmanente con el otro, uno contenido dentro del otro (donde lo mayoritario puede convertirse en minoritario y viceversa). De hecho, Deleuze fue un filósofo comprometido con la inmanencia. Una de sus mayores contribuciones a este respecto fue, resucitar el concepto de diferencia del control de las políticas de identidad. Desarrolló un concepto de diferencia que desmanteló el carácter jerárquico de dualismos como ser/no ser, hombre/mujer, humano/animal, negro/blanco, etc.

Como pensador de la diferencia positiva en sí (en lugar de la diferencia negativa entre, digamos, un hombre y una mujer), Deleuze complica la forma en que se piensa la diferencia, desafiando junto con ella el estatus que ocupa el no ser en la tradición filosófica occidental. En pocas palabras, Deleuze afirma el no ser. Persigue un no ser positivo que no se comprende dentro de los parámetros negativos de la falta o la ausencia de presencia (un hombre no es lo que le falta a una mujer, y viceversa). Más bien, insiste en que el no ser, es inherente al ser. Este cambio sutil pero significativo en el pensamiento, permitió a Deleuze desarrollar una visión de la experiencia con carga política. Estaba menos interesado en comprender las condiciones de la experiencia posible y más intrigado por las condiciones de la experiencia real. Se refirió a esto como empirismo trascendental. Las implicaciones políticas de esta idea son enormes. Cuando la singularidad de la experiencia se libera de las condiciones abstractas de la experiencia posible, y ésta se ha agotado, entonces se entiende que la diversidad y la productividad de la experiencia surgen de particulares concretos y contingentes (reales), en lugar de universales que (en la visión trascendentalista tradicional), se cree que gobierna la experiencia.

El empirismo trascendental de Deleuze es sumamente útil a medida que nos propusimos comprender y responder a la violencia que se desarrolla ante nosotros desde el principio del siglo XXI. Aquí se puede pensar en la extinción masiva de especies, el cambio climático, la creciente desigualdad, la pobreza, el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación, las epidemias, la guerra civil e interestatal que ya no discrimina entre combatientes y no combatientes, el nacionalismo en aumento y una intolerancia perniciosa hacia el número creciente de refugiados en todo el mundo; asimismo, tanto religiosos como de otros fundamentalismos: El pensamiento y el mundo parecen estar agotados ante esta deprimente lista. Es importante que no caigamos en la desesperación y nos demos por vencidos. Necesitamos con urgencia respuestas creativas que transformen lo que parece desesperado, en algo esperanzador. De este modo, el potencial transformador de la realidad es una operación trascendental. El empirismo trascendental, hace que la realidad empírica sea diferente a la que es actualmente. No está fuera del ámbito de la experiencia; más bien, es la operación diferencial que subyace a toda experiencia.

Problematizar lo que existe actualmente para romper con el hábito, es un ejercicio de empirismo trascendental. Este no es simplemente un ejercicio práctico que consiste en cambios de política, desarrollo de nuevas tecnologías, introducción de más servicios sociales y ambientales, gestión de formas de gobernanza más transparentes, por nombrar algunos. También estamos ante un desafío teórico, filosófico -conceptual-, de buscar las condiciones trascendentales, creativas y diferenciales de la realidad. El funcionamiento de la violencia, sus modos de legitimación y la imbricación de la misma como parte de la vida cotidiana, exigen descripciones y análisis claros, si queremos romper realmente con las formas habituales de pensar y actuar en respuesta a los desafíos que enfrentan las sociedades.

PENSAR DE MANERA DIFERENTE

Al preguntar cómo una práctica puede mejorar o disminuir la capacidad o el poder de actuar de un ser, Deleuze estaba intrigado por el problema de la autonomía. ¿Cómo se estructuran y desestructuran socialmente los flujos de vida (cuerpos, finanzas, materia, ideas, lenguaje), “codificados” y “decodificados” en el lenguaje de Deleuze y Guattari? ¿Qué tipo de prácticas y formas de agencia producen tales estructuraciones y des-estructuraciones? ¿Al servicio de qué?

Sin embargo, si la filosofía es la práctica de crear conceptos, entonces el trabajo del filósofo no puede terminar en el nivel de la crítica. La situación actual exige que se creen nuevos conceptos. Pero a no equivocarse, hay que explicar (trascendentalmente) las condiciones que dan lugar a nuevos conceptos. Y es a través de este proceso que los filósofos lidian con el potencial de la experiencia real (empirismo) para crear una diferencia. El empirismo trascendental ofrece una herramienta fundamental cuando se trata de cambiar el dial del nihilismo de la desesperación a la riqueza de la experiencia. En lugar de utilizar universales como los derechos individuales para evaluar cómo se practica la vida, Deleuze nos invita a involucrarnos creativamente con las condiciones realmente existentes adecuadas para la producción de diferencias reales. Se reitera, problematizar es la forma de empirismo trascendental porque cuestiona las formas habituales de pensar y actuar.

La relevancia de Deleuze hoy no radica en una concepción estática de su filosofía. El singular no ser de Deleuze, nos impulsa a afrontar el desafío de pensar de manera diferente en un esfuerzo por crear un futuro distinto al presente. Dicho de otra manera, abrazar el futuro, afirmando la potencialidad que condiciona el presente.

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