08 feb. 2025

Feliz Año Nuevo

Por Mons. Ignacio Gogorza (*)
Acabamos de pasar las fiestas navideñas y nos hemos deseado lo mejor de parte del Niño Dios. Precisamos en particular de su bendición, de su espíritu de solidaridad, de humildad y de amor que nos muestra su nacimiento. Ha empezado una nueva era con una esperanza renovada ya que el mismo Dios viene a compartir y a construir nuestra historia. En medio de la oscuridad, una estrella nos guía consciente o inconscientemente.
Muy próximo a este hermoso acontecimiento, terminamos el año con todas las luces y sombras y nos encontramos a punto de iniciar otro nuevo. Es un signo concreto que el tiempo avanza muy a pesar nuestro y lo importante es aprovecharlo al máximo para nuestro bien y el bien de los demás. Sería triste que a medida que avancemos en el tiempo, nos vaciemos el espíritu y nos llenemos de cosas que no ayudan a la verdadera felicidad.
Nacimos para ser felices y hacer felices a los demás, de lo contrario la vida no tiene mucho sentido. Vivir amargado y amargando a los otros es un fracaso. Puede pasarnos esto si nos dejamos guiar por el egoísmo y por la vida materialista y rastrera que sustentamos la existencia cotidiana.
Para no caer en este fracaso, es bueno tener ideales y luchar por los mismos aunque, a veces, exigen sacrificio y renunciamiento que cuestan.
¿Qué ha significado el año transcurrido? Habrá luces y sombras como en toda la vida humana. Lo importante es que sobresalgan las luces y, reconociendo las sombras, proponer superarlas. Requiere autenticidad y espíritu crítico para la autoevaluación junto con el propósito de mejorar la calidad de la vida personal.
No basta para ello mejorar económicamente. Es preciso ser agentes de alegría y de esperanza para los demás. No es suficiente que yo me sienta mejor porque progresé, si al mismo tiempo no ayudé a las otras personas a descubrir más su propia dignidad dándole su lugar y respetando los compromisos asumidos.
Para quien no es fiel a sus compromisos resulta una farsa decir al prójimo: ¡Feliz Año Nuevo!
No somos islas y juntos nos realizamos y nos complementamos para construir un mundo mejor. Sin justicia, sin respeto, sin amor, no hay paz ni bienestar humano ni espiritual. ¿Qué feliz año nuevo nos deseamos?
No caigamos en la rutina de brindar por un año feliz, si no hay en nosotros el deseo de cambiar y de la superación de las sombras que nos encierran y matan la esperanza.
Es triste ver a personas que no se quieren y no tienen intenciones de cambiar porque sus hechos así lo muestran, levantan la copa de sidra o envían una tarjeta, deseando un nuevo año próspero y feliz.
Pienso, sin embargo, que existe en todos los corazones el sentimiento de querer paz y felicidad. “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres de buena voluntad” cantaron los ángeles cuando nació el Niño Dios. Seamos estas personas de paz, transmisores de alegría y esperanza para que este año nuevo sea mejor que el que estamos terminando.
¡Feliz Año Nuevo!

(*) Obispo de Encarnación y presidente de la CEP