17 jun. 2025

¿Extirpamos el hueso?

La quinta intempestiva - caceres.sergio@gmail.com

A los ojos de nuestra tradición política, todo acto de protesta masiva que tenga efectos poderosos sobre el gobierno es visto como un milagro de la naturaleza. Aquella anécdota que dice que el paraguayo tiene un hueso extra en la nuca por cuya causa siempre miramos para abajo y somos obsecuentes, no era más que una metáfora que pintaba de cuerpo entero nuestra atávica modorra frente al poder político.

No debería extrañar que tal leyenda se haga remontar a los tiempos del Dr. Francia. Nuestra gesta independentista nunca fue ciudadana (ninguna lo fue), sino un reacomodo entre los que ya tenían posiciones de poder. Nuestro nuevo periodo independiente lo inauguramos con una larga dictadura y así se fueron sucediendo los gobiernos sin que jamás hubiese un contexto cultural que permitiese formar masa crítica. Qué más conveniente para algunos el crear un mito que naturaliza nuestra obediencia sempiterna diciendo que nacemos con un hueso que es la muestra de nuestra ontológica sumisión ante el poderoso.

Pero el hombre no es naturaleza sino historia, diría Ortega y Gasset. El proceso de globalización, marcado por el aceleramiento en las comunicaciones gracias a la popularización de las tecnologías comunicadoras, ha hecho circular con más efectividad ideas emancipadoras (y otras no tanto) que cualquier otro momento de nuestra historia. Lo que ha venido ocurriendo en estos años con los brotes de protestas ciudadanos no solo es fruto de este proceso globalizante, sino el grito que siempre refutó aquello de que por naturaleza somos entregados.

Porque protestas siempre las tuvimos, solo que han estado acalladas por la historia oficial. Solo el 23 de octubre de 1931 ha tenido repercusión, pero hubo muchas más. No hay que olvidar que lo que marca a los grupos hegemónicos de poder es su capacidad para crear ideológicamente una realidad que aquiete a las masas, y la historiografía puede ser un arma poderosa en ese sentido. Entonces se nos ha pintado como una raza valiente frente al extranjero, pero que ama hasta la muerte absurda a su compatriota que lo pisotea. Los muchos esfuerzos por cambiar tal situación han sido simplemente suprimidos de la historia oficial. El olvido histórico tiene un efecto mucho más poderoso que todo un ejército represor.

Así que lo que ocurre con cierto grupo de ciudadanos es parte también de una tradición. La diferencia es que el contexto ya no es el mismo. Ya es mucho más difícil ocultar las cosas. La comunicación es mucho más fluida y muy difícil de desviarla. La relación política está cambiando, para bien según algunos, para mal según otros.

Lo que se debe evitar es describir esta situación como si fuese en blanco y negro. Como si los buenos estuviesen de un lado y los malos del otro. La cuestión es compleja, y para seguir analizándola en otra columna, y para demostrar esa complejidad, solo mencionaré a un sujeto de esta ecuación que debe ser tenido en cuenta: aquel ciudadano que votó y seguirá votando sin dudar por los escrachados; aquel ciudadano que se indigna ante los indignados. ¿Algunos nacen con el hueso de la sumisión y otros no?