20 may. 2025

Exilio económico y pena de muerte

La quinta intempestiva

Dejar el terruño en el que uno creció y con el cual se identifica ha sido siempre una decisión traumática. Los seres humanos lo han hecho siempre, movidos por distintas razones que van desde lo político hasta lo económico. No hay nación ni Estado que no haya visto a sus hijos dejar forzosamente su tierra para buscar mejores horizontes. Paraguay se cuenta entre ellos; históricamente los paraguayos han debido salir de su país porque este no les brindaba todas las garantías.

Cuando llegó la democracia hace 25 años, creímos que el exilio económico o político sería ya cosa del pasado; confiábamos que eventualmente las cosas mejorarían y que ningún paraguayo o paraguaya se vería obligado a abandonar sus pagos para poder sobrevivir en el extranjero. Nos equivocamos grande. Miles de compatriotas arriesgaron todo para ir a Europa, con España como destino principal, quedando Argentina y Estados Unidos relegados, aunque no olvidados totalmente.

Si bien es cierto que la democracia nos trajo libertades públicas y ya nadie tuvo que huir por sus ideas políticas (a excepción de algunos oviedistas e izquierdistas radicales), económicamente hablando la historia no cambió; el éxodo continuó y muchas familias se fueron desmembrando en una diáspora por todo el planeta.

He tenido la fortuna de no necesitar tomar tamaña decisión, pero como muchos conozco a varios que lo tuvieron que hacer. El exilio económico es aún más doloroso que el político, pues uno abandona su tierra porque esta no le da las garantías de poder vivir con dignidad. Cuando no se puede alimentar a los hijos, uno se ve en la necesidad de dejarlos con alguien mientras se busca trabajo lejos del hogar. Así de simple y doloroso. No es difícil adivinar el costo moral, y luego económico, que tiene para un país el que su gente con capacidad de trabajo deba entregar su talento en tierras ajenas, algo que el Paraguay sufre endémica e históricamente.

Ahora que hay dos paraguayas condenadas a muerte en China y una asesinada en Venezuela, me imagino el doble dolor de sus familias. No fue suficiente el dolor del exilio obligado por las circunstancias; ahora se suma algo peor como la muerte lejos de los seres queridos.

Sabemos bien que buena parte de la culpa de que los paraguayos deban abandonar el país es de los administradores corruptos que el Estado ha albergado por generaciones y que han ido arruinándonos. Son ellos los que merecen la pena de muerte, y no estas pobres paraguayas víctimas de las circunstancias miserables que podían haberse evitado con un manejo honesto y patriótico de la cosa pública.