06 ago. 2025

Examen

“La esposa del César no solo debe ser honesta, sino parecerlo”. Esta es la frase –con algunas modificaciones según ciertos historiadores– que fue atribuida a Cayo Julio César, para divorciarse de su esposa Pompeya, allá por el año 62 a. C.

La separación se dio pese a que la misma nunca le fue infiel, sino que un hombre se coló en un ritual exclusivo para las mujeres, donde ella estaba. Las palabras quedaron para la historia, porque, en realidad, no hubo infidelidad, sino que fue una excusa para evitar cualquier tipo de suspicacias y lavar su imagen.

En nuestra época, es común que se use para apuntar a las autoridades principalmente, que si bien no hicieron nada o por lo menos no hay pruebas de ello, igual no podían tener sobre ellos ningún tipo de dudas de su honesta trayectoria.

Y este intento de evitar suspicacias y lavar la imagen fue lo que hizo el Consejo de la Magistratura, en su sesión del pasado sábado, donde si bien no tenían pruebas de que alguno de los candidatos a ministros de la Corte haya copiado en el examen, igual decidieron anular la prueba escrita.

Es que desapareció un cuadernillo con las preguntas y las respuestas del examen, lo que dejó una sombra de duda sobre todo el proceso examinador, por lo que los miembros del Consejo optaron por la mejor opción, que era anular todo y repetirlo.

Incluso, desde el mismo Consejo de la Magistratura señalaron que era poco probable que haya ocurrido algún fraude. Pese a esto, el proceso de selección no puede tener ningún tipo de incertidumbre, por lo que creo que lo decidido fue lo mejor. De todos modos, el incidente debe ser esclarecido, para que la imagen de la entidad no quede empañada.

Con ello este jueves, a las 10:00, en el Palacio de Justicia, se repetirá el examen. El sitio también tiene un simbolismo, ya que en este lugar uno de ellos, que será electo ministro en reemplazo de Antonio Fretes, deberá cumplir sus funciones como miembro de la Corte Suprema de Justicia.

No obstante esta decisión del Consejo, la noticia del extravío del cuadernillo igual generó todo tipo de críticas, indignación, pedidos de nulidad, y alerta de parte de la sociedad civil, de los parlamentarios, abogados y la ciudadanía en general.

Según el artículo 258 de la Constitución, los ministros deben ser paraguayos, con 35 años cumplidos, poseer título de Doctor en Derecho y gozar de “notoria honorabilidad”.

Además, también deben “haber ejercido efectivamente durante el término de diez años, cuanto menos, la profesión, la magistratura judicial o la cátedra universitaria en materia jurídica, conjunta, separada o sucesivamente”.

Y es esta notoria honorabilidad la que podría ser manchada, sin culpa alguna, por este incidente. Además, este país no solo merece, sino que está obligado a tener a los mejores hombres o mujeres para ejercer el cargo de ministro de la Corte Suprema de Justicia.

Para la ciudadanía, el Poder Judicial es uno de los menos creíbles, lo que hace que cada vez que se emita un fallo, sea condenatorio o absolutorio, genere suspicacias acerca de si hubo alguna presión, o dinero de por medio, especialmente si es que una persona es absuelta.

A esto se suma lo ocurrido en la última elección del Consejo de Superintendencia, donde previamente los propios ministros amenazaron con dejar sin cuórum la sesión si su colega Antonio Fretes se presentaba, cosa que no ocurrió. Sin embargo, la cuestión sigue con la elección del vicepresidente segundo.

En la última plenaria, hubo dos grupos bien definidos entre los ministros. Uno que piensa que el ministro Eugenio Jiménez debe aceptar el cargo que no quiere, y otro que dice que no pueden obligarlo. Y esto, al final, lo único que hace es debilitar la imagen de la Corte.

Por eso es que el proceso de selección de ministro del Máximo Tribunal debe ser inmaculado, no dejar ningún resquicio de su solidez. De ahí que todos los candidatos deben ser como la esposa del César.