Pa?i Oliva
OLIVA@RIEDER.NET.PY
La Navidad ha tenido sus vicisitudes. Sustituyó a la fiesta pagana romana del sol naciente. Fiesta popular de convites y comidas y alegría con regalos. "¿Qué sol naciente mejor que el Niño Jesús que nació en Belén?” se dijeron los primeros cristianos. Y pegó tan fuerte que a los años nadie se acordaba del sol naciente y todos del Nacimiento de Jesús. Y en esto influyó mucho el espíritu creativo y alegre de Francisco de Asís. En el fondo latía una gran Fe bien sentida.
Han pasado los siglos. Y esta Fe está en crisis de cambio de planteamiento y de expresiones.
Ahora, aflora aquello que era lo secundario: la alegría, los regalos, las comidas familiares. Y el sentido profundo de la Navidad cristiana se va esfumando.
¿Se puede recobrar el genuino y verdadero sentido cristiano de la Navidad?
Respondo que sí, pero en el entorno de la nueva cultura de la nueva época que va naciendo. Algo que avanzará paso a paso, pero “de otra forma”. ¿Nuestro compromiso como cristianos en esta recuperación? Ciertamente no perder el tiempo en luchar directamente contra lo secundario que la desvirtúa.
Y sí emplear todas nuestras fuerzas en descubrir y vivir la Navidad del siglo XXI. ¿Qué será eso? Está inédito.
Y lleva consigo la profundización en clave de hoy en nuestra Fe en Jesús.
La expresión festiva en la Navidad del futuro vendrá después.