La información de que el intendente de Asunción, Óscar Nenecho Rodríguez, ha solicitado la ampliación de la declaración de emergencia ambiental —esta vez por multiamenazas de diversos eventos, como “temporal, incendios, fenómeno de La Niña y otros”— resulta sin duda inquietante.
Cuando el contribuyente asunceno recuerda los gastos que realizó la actual administración durante la pandemia, aquellos que la Contraloría General de la República había confirmado como irregularidades en las compras por emergencia del Covid-19, durante el 2020 —como los pagos casi cinco veces más que el precio referencial—, y que asimismo se favoreció a un grupo de empresas en forma sistemática. Y, cuando al mismo tiempo confronta con el abandono en que se encuentra la ciudad, el panorama a futuro resulta sumamente desolador.
Asunción sufre de graves problemas en cuanto a su infraestructura; de hecho, lo más relevante en este sentido es la falta de desagüe pluvial, el cual alcanza apenas a un 25% de cobertura, sin mencionar el hecho de la falta de mantenimiento que se hace evidente en cada temporal. Cada lluvia copiosa es suficiente para inundar con raudales calles y avenidas tanto de Asunción como de su área metropolitana; los raudales arrastran a su paso con personas y vehículos. Pero resulta altamente llamativo que, pese a no contar la ciudad con desagüe, los asuncenos paguen regularmente por este servicio, y la institución recauda millones cobrando por un desaguadero que no existe.
La actual administración no ha sabido tampoco resolver el problema de la recolección de residuos domiciliarios, importantes sectores plantean permanentes quejas por el deficiente servicio que es uno de los más básicos y fundamentales que la Comuna debería prestar. Y, al igual que el desagüe pluvial, los vecinos pagan a la administración unos impuestos que al final no se ven reflejados en buenos servicios.
Otra de las heridas de una ciudad que sin duda conoció tiempos mejores, a la que alguna vez le dedicaron poemas y canciones y que supo tener naranjos y flores en sus veredas, es el estado de dejadez y abandono de su valioso patrimonio histórico.
El centro de Asunción exhibía hasta no hace mucho tiempo un rico patrimonio de viejas casonas, las mismas que hoy apenas resisten el paso del tiempo y el descuido. Muchas de estas construcciones se encuentran casi derruidas y son actualmente utilizadas como improvisados aguantaderos para marginales. Esta realidad se contrapone a otra, el gran potencial del centro por su atractiva ubicación junto a la bahía y al importante déficit de vivienda que aqueja a la población.
Nuestra capital está muy lejos de ser la metrópolis que se merecen los pobladores. Una ciudad con tráfico organizado y respetuoso de los derechos del ciudadano, no solamente pensada para el automóvil; una ciudad limpia con veredas regulares, con amplios espacios verdes para el esparcimiento de las familias; una ciudad donde su patrimonio histórico es preservado y respetado, pues los antiguos edificios cuentan la historia de la ciudad. La capital debería ser el espacio vital de la vida de la población.
El actual estado en que se encuentra Asunción no solamente es una vergüenza nacional y particular para los asuncenos, es inaceptable e inentendible, y es resultado del descuido y la negligencia de sus autoridades irresponsables que solamente pensaron en ganar una elección y no tenían un proyecto para administrar la ciudad. Todas esas autoridades deben saber que tienen una gran deuda de credibilidad y recordar que su única razón de ser es trabajar por el bienestar de los ciudadanos.