Mientras, por un lado, es destacable el trabajo de los agentes; sin embargo, es llamativo que nos sorprendamos de algo que debería ser normal. La Policía Municipal de Tránsito ha sido creada para eso: para hacer respetar las reglas del tránsito, para ordenar la circulación en las calles. El problemas es que desde hace tiempo se ha impuesto una especie de “ley de la selva” en nuestras ciudades, como también en las rutas. Nadie respeta nada, cada uno estaciona donde quiere, no se respetan derechos básicos como los de los peatones, los automovilistas no detienen su marcha cuando ven a una persona intentando cruzar una esquina, les da igual ir por la izquierda como por la derecha, etc. En síntesis, nos comportamos lejos de las normas de toda civilización.
Otro fenómeno que ha causado impresión ha sido el ambiente cargado de humareda que en estos días prácticamente ha ocultado el Sol. Fue la sensación de vivir en un ambiente sumamente contaminado. Corresponde a la misma situación de inconsciencia, de irresponsabilidad criminal y de total impunidad que forma parte de nuestro sistema de vida.
El humo que cubre el cielo es el resultado de los incendios provocados en los campos, como también de la masiva contaminación de vehículos en mal estado, de fábricas e industrias sin control, como de la actitud de cada vecino que arroja su basura en las calles, en los vertederos clandestinos, en los ríos y arroyos, en los raudales, provocando no solamente un grave daño al medioambiente, sino a nuestra propia salud pública, al facilitar criaderos de mosquitos como los que transmiten graves enfermedades como el dengue, el zika o la fiebre amarilla. Males a los que se suma ahora la amenaza global del coronavirus.
A la falta de respeto a las normas básicas del tránsito en las calles y en las rutas, los daños abusivos al medioambiente, hay que agregar las actitudes de violencia y prepotencia que demostramos cotidianamente en el trato con los demás, y que ocasionan otros flagelos, como los casos de feminicidio o de violencia irracional contra niños y niñas, contra miembros de pueblos indígenas o sectores indigentes, por ser los más vulnerables.
Son aspectos que nos retratan a los paraguayos y paraguayas como miembros de una sociedad que se resiste a comportarse de manera civilizada.
No basta con acciones represivas, como las que actualmente lleva a cabo la Municipalidad de Asunción, para cambiar esta lamentable situación. Es necesario insistir en la educación cívica e integral tanto en las escuelas, colegios y universidades, como en todos los espacios, incluyendo de modo especial al de la familia. Es hora de que aprendamos a ser verdaderos ciudadanos.