En estas elecciones de consejeros constitucionales el voto será obligatorio para todas las personas habilitadas para sufragar que tengan domicilio electoral en Chile, unos quince millones de personas, aproximadamente.
Una imagen bien significativa del ambiente apático que reina en el país puede apreciarse en la Plaza de Armas, en el corazón de Santiago, un lugar donde nada parece indicar que el país está ad portas de unos comicios y la propaganda luce por su ausencia.
Como cada día, los pintores callejeros se colocan con sus caballetes frente a la catedral para vender un recuerdo de Chile a los turistas, pero uno de ellos se acerca a EFE para dejar claramente manifiesta cuál es su opinión: “¡Basta de política, nos mintieron todos!”.
SONDEOS
Todas las encuestas coinciden en que la mayoría de los chilenos se han desacoplado del proceso constituyente. Así por ejemplo, el sondeo Pulso Ciudadano de finales de abril mostró que un 51,1% de la población está nada o poco interesado, mientras que un 61,3% dijo tener nada o poca confianza en el futuro texto.
“Las elecciones son importantes porque cualquier constitución rige por varias décadas, pero quienes la están redactando son los mismos políticos de siempre que nos han llevado a la crisis actual”, manifiesta a EFE el artista José Sepúlveda en las inmediaciones de la plaza.
A ocho kilómetros del centro, en el municipio de Las Condes, en un núcleo empresarial plagado de rascacielos de vidrios, Ximena Serón cree que “cada vez hay menos gente que tenga fe en que las cosas funcionarán”.
“Una elige a los candidatos que van a hacerlo bien, y finalmente no cumplen. La gente está decepcionada y la mayoría votará por obligación”, se lamenta.
CAMBIOS
Chile se embarcó en la compleja tarea de sustituir su actual Constitución, vigente desde 1980, en plena dictadura, tras el estallido de 2019 a favor de más derechos sociales, considerado la protesta más grave y masiva desde el retorno de la democracia, que se salfó con una treintena de muertos y miles de heridos.
Pero ha llovido mucho desde entonces: La pandemia obligó al mundo a encerrarse, la inflación escaló a niveles no vistos en décadas, la primera propuesta constitucional fue rechazada de manera contundente en un plebiscito celebrado el 4 de setiembre del pasado año y los delitos más violentos se dispararon en varias regiones, lo que ha generado una inédita alarma ciudadana.
“La crisis social no ha desaparecido, pero si hay posibilidad de que te asalten en la puerta de tu casa. La prioridad ahora es la supervivencia. El temor por la inseguridad es mayor que antes, la sensación de violencia desatada es nueva”, explica Emmanuelle Barozet, del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES).
Para Mauro Basaure, sociólogo de la Universidad Andrés Bello, Chile es hoy “más conservador” que en 2019, pero no por haber virado hacia la derecha, sino porque está priorizando la estabilidad y una mayor seguridad ciudadana frente a “las promesas del futuro”.
“Hace tres años se decidió redactar una nueva Constitución por las grandes demandas del estallido social, que eran el Estado social y democrático de derecho, la salud, las pensiones y la educación, pero el actual proceso no ha tomado esas reivindicaciones”, sostuvo.
En la calle coincide. “La gente está preocupada por la delincuencia y los robos, más que de la nueva Constitución”, remarca a EFE otra santiaguina, Pamela Erizos.