24 abr. 2024

Enero puku

Sergio Noe

Bolsillo

Foto: ÚH Archivo

En diciembre del 2020 me hice la película mental de que enero de este año sería una etapa tranquila, en especial para mí, porque periodísticamente hablando enero solía ser un mes generalmente con escasas noticias y muy marcado por su tinte vacacional para gran parte del sector público y privado.

Sin embargo, esa percepción que tuve era equivocada, porque tras los recientes escándalos desatados en la esfera estatal, el periodismo está más vivo y coleando. Por otra parte, la opinión pública está muy indignada por los abusos de los recursos públicos, no gestionados de forma responsable.

El 2020, un año perdido para muchos, marcó bastante el contexto económico y social paraguayo debido a la crisis sanitaria causada por el Covid, lo que genera una sensación de un 2021 diferente a otros años, donde vemos con esperanzas la recuperación económica y aguardamos un cambio en el clima social muy desgastado.

Faltan ocho días para que termine enero del 2021, y para numerosas personas la cuenta regresiva se hace dura. Ahora revivimos el famoso “enero puku” (enero largo), no solo en el aspecto económico, sino también en el socioemocional, ya que atestiguamos un creciente clima donde el ánimo de la opinión pública paraguaya no es de las mejores.

El “enero puku” se acuñó en la jerga popular para denominar a un mes que parece interminable y donde los recursos económicos ya no abundan luego de gastarse todo en las fiestas de fin de año y unas eventuales vacaciones.

Ese sentido económico que impregna la expresión busca reflejar ese intento por salvar un tiempo de vacas flacas y llegar airoso al último día del primer mes del año, donde el bolsillo ya está ciertamente desgastado.

Pero no solo las finanzas personales de la población paraguaya están golpeadas, sino que los que vivimos en este querido suelo guaraní estamos ciertamente hastiados de tanta corrupción que vemos reportar en los diversos medios de comunicación. Quizás no sea el único al que le ven la cara de boludo cuando nuestras autoridades nos quieren hacer pasar gato por libre, y vendernos baratijas, espejitos y humos por millones de dólares.

El secretismo y esa cultura de ocultar las acciones desarrolladas en el ámbito de lo público proviene de una cultura privada muy impregnada en las venas del paraguayo, cuya antropología filosófica sostiene que entre familiares y amigos todo debe quedar y compartirse, donde los vínculos sentimentales se reafirman más en detrimento de otros criterios.

Es decir, es preferible para un funcionario público ponerle a un cercano a sus afectos o beneficiarle a un amigo en una causa bajo la lógica de seguir cultivar más el vínculo sentimental, en detrimento del uso de la razón y de criterios basados en lo ético y legal.

Nuestro problema como paraguayos, más allá de la corrupción que no se puede negar y que está a la vista de todos, radica en esa falta de separación entre el sentimiento y la razón, que privilegia el vínculo emocional entre dos personas en contraposición a un criterio racional.

Es así como se deja que los recursos públicos estén al abrigo de un ser querido, cercano a nuestros afectos, y no bajo el resguardado de una persona capacitada, que sepa aplicar criterios racionales para un eficiente y correcto uso de los fondos públicos.

Detrás de la corrupción se esconde la avaricia desmedida del lucro, a costa de los recursos públicos, y la falsa caridad de ayudar a algún conocido o cercano, dándole empleo con medios del Estado, convirtiendo así al Gobierno en una vulgar agencia de empleo “de los perros”, sin contar que también se hace marketing con recursos ajenos.

Mientras no dejemos de lado los sentimientos, la avaricia y la falsa caridad, los recursos del Estado serán dilapidados. Personalmente, estoy cansado de pagar impuestos de mi gastado bolsillo de mi “enero puku” para pagar la fiesta y las meretrices de nuestros mandantes.

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