Benjamina Giménez, una vecina de Villa Conavi, Limpio, muestra los restos de sal que quedaron impregnados al hervir agua. Sin falta, dice, hierve siempre el líquido vital para luego enfriarlo y poder usarlo para vender hielo en su negocio.
Un equipo de ÚH pudo constatar la situación de numerosos barrios, en dicha ciudad, que están siendo afectados por la creciente salinidad de las aguas subterráneas.
Principalmente, en sitios retirados de la parte céntrica –como Piquete Cué, Salado, Villa Conavi, entre otros– los pobladores atraviesan un grave problema de desabastecimiento del líquido vital; al que se le suma la salinización.
“El agua salada usamos solo para lavar ropas, cocinar, pero para tomar no. Yo busco agua de la casa de mi vecino, donde sí tiene agua dulce”, comenta Margarita Arzamendia, que hace 20 años vive en Limpio.
Las numerosas aguateras que proveen el servicio están sobrepasadas y no dan abasto ante la demanda que aumenta, en especial, en verano.
Además, la sal –que proviene del Chaco por debajo del río Paraguay– ocupa los espacios dejados por la pérdida de agua dulce y se filtra llegando incluso a los pozos subterráneos de varios proveedores.
La Entidad Reguladora de Servicios Sanitarios (Erssan), no obstante, todavía no pudo identificar in situ esta situación porque solo 12 de las 46 aguateras –que prestan el servicio en el distrito– presentan estudios de calidad de agua.
inutilizado. En Villa IPVU de Piquete Cué, la Junta de Saneamiento invirtió hace unos años al menos G. 300 millones por un pozo y un tanque ante el aumento de la población en la zona.
Todo ese edificio está abandonado, desde hace un tiempo, ya que las aguas del pozo están totalmente saladas.
“Hace ocho años por ahí se construyó ese tanque que ahora está de balde; todavía estamos pagando por la construcción de ese pozo que no sirve”, se queja Ana María Leguizamón, vecina de la zona.
Desde las siete de la mañana hasta bien entrada la tarde –asegura– no le llega el suministro del agua potable.
“Hay gente que no tiene desde más temprano. No sale absolutamente nada, y si viene a la tarde verá que sigue igual”, añade al abrir infructuosamente la llave de la canilla.
Bidones. La precariedad del suministro y la falta de abastecimiento de agua, por parte de las aguateras privadas y juntas de saneamiento, se repite en diferentes puntos de la ciudad en cuestión.
Muchos optan por comprar bidones de agua para poder hidratarse con tranquilidad. En promedio, una familia gasta entre G. 80.000 y 120.000 en agua mineral.
Otros directamente mandan colocar un pozo artesiano en su propiedad, cuya inversión ronda los G. 7.000.000, a riesgo de que con el tiempo se topen con agua salada.