20 abr. 2024

En el nombre de la Virgen

Alfredo Boccia Paz – @mengoboccia

Temor. Aún sin la multitud de años anteriores, la peregrinación a Caacupé puede representar un riesgo.

Temor. Aún sin la multitud de años anteriores, la peregrinación a Caacupé puede representar un riesgo.

Foto: Archivo ÚH.

El tono con el que sería tratada la festividad de Caacupé lo anunció hace unos días el arzobispo Edmundo Valenzuela al urgir el retorno de los niños a la escuela y “que la salud no sea un nuevo ídolo”. Solo Dios sabe qué quiso decir, pero la afirmación va en sentido contrario de la disciplina sanitaria y la responsabilidad social que se requiere de todos en estos tiempos de pandemia.

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También hizo extrañas elucubraciones conspiranoicas sobre el origen del Covid: “No sabemos quiénes están detrás con guantes blancos lucrando a costa del sufrimiento desastroso de la humanidad y de nuestro país”. ¿Se referirá a Soros, Bill Gates o al Nuevo Orden Mundial? En fin, el confuso monseñor no debe desviarnos de nuestra reflexión inicial: la jerarquía católica no está dispuesta a renunciar a su anual baño de multitud.

Esta no es solo una cuestión religiosa, sino de sentido común. Convocar a la gente a aglomerarse no es una buena idea. Por el contrario, es una decisión muy riesgosa. Muchas personas juntas son una amenaza sanitaria. Lo aseveró José Fusillo, presidente de la Sociedad Paraguaya de Neumología: “Meter mil personas en un lugar, aunque sea abierto, es peligroso y me preocupa que se tomen decisiones sin tener en consideración la evidencia científica”. Opina lo mismo el doctor Luis Roberto Escoto, representante de la Organización Panamericana de la Salud: “Estamos preocupados por Caacupé y el coronavirus. Las actividades deberían realizarse de manera virtual, pero, sobre todo, es muy importante establecer un estricto control para impedir que personas de la tercera edad se expongan”.

¡Ja! El modo virtual no genera ingresos, así que no interesa. Y el control será “estricto”, pero al modo paraguayo. Ya lo puede imaginar: familias de peregrinantes sin distanciamientos ni tapabocas, vendedores apiñados y todo el jolgorio pagano mercando en los alrededores.

No sirvió de nada toda la mala experiencia de otras latitudes que demuestra que las celebraciones religiosas se convierten en epicentro de contagios. Tampoco sirvió la buena experiencia de otros santuarios del mundo que optaron prudentemente por aprovechar la conectividad y los avances tecnológicos para llegar a sus fieles sin exponerlos a la enfermedad.

En México suspendieron las actividades presenciales en honor a la Virgen de Guadalupe. En Portugal, en mayo pasado el santuario de Fátima, uno de los mayores centros de peregrinación de Europa, debió cerrar sus puertas. Lo mismo sucedió en muchos países del mundo. Pero parece que el simbolismo de ver al Papa celebrando la misa de Pascuas en solitario o de ver la Gran Mezquita de La Meca vacía de fieles musulmanes no le inmuta a alguna gente.

El virus puede matar y hay que evitar las aglomeraciones para que no se disemine. Es algo tan simple que los médicos paraguayos que enfrentaban la peste llamada “gripe española” hace más de un siglo recomendaron al Gobierno tomar medidas. El vicario general Hermenegildo Roa lo comprendió y ordenó clausurar la celebración de Caacupé. Claro, era en 1918.

Hoy, entrado ya el siglo XXI, los obispos están actuando irresponsablemente y las autoridades sanitarias de este país tan poderosamente católico no se atreven a contradecirlos de frente. Saben que no pueden garantizar el control y que las consecuencias pueden ser ominosas, pero lo expresan de modo confuso y dubitativo. “Vengan, pero no tantos”, dicen desde el Ministerio de Salud. “Vengan y rezaremos por los que no pueden venir”, dicen desde la Basílica. Estos mensajes contradictorios no los absolverán de las decisiones peligrosas que están tomando hoy.

La fe popular debe ser respetada. Pero el derecho a practicar libremente la religión no implica exponer a la población a un pico de contagio. Creo humildemente que hasta la Virgen estará de acuerdo con el arriba firmante.

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