Una simple marca roja pintada encima de las escaleras equivale a una orden de desalojo en la barriada Dharavi de la megalópolis india de Bombay. Y Bipinkumar Padaya, residente de la “favela” más grande de Asia, lo sabe bien.
“Yo nací aquí, mi padre nació aquí, mi abuelo nació aquí", relata con tristeza este empleado público de 58 años. “Pero no tenemos otra opción, tenemos que marcharnos”.
Pronto se espera que las excavadoras irrumpan en este barrio marginal –muy bien comunicado con una ubicación privilegiada– y que arrasen con su laberinto de callejones sucios para construir casas nuevas.
El plan de renovación, impulsado por las autoridades de Bombay y el multimillonario Gautam Adani, refleja la India actual: Excesiva, ambiciosa... y también brutal.
Si el plan sigue avanzando, muchos de los millones de residentes y trabajadores de Dharavi serán desalojados y quedarán desarraigados.
“Nos dijeron que nos darían casas y que luego desarrollarían esta zona”, dice Padaya. “Pero ahora están construyendo sus propias zonas planificadas y tratando de echarnos. Nos están engañando”, denuncia.
Parque industrial. Padaya cuenta que sus antepasados se establecieron en el pueblo pesquero de Dharavi en el siglo XIX, mientras huían del hambre y las inundaciones en el estado de Gujarat, 600 kilómetros al norte.
Desde entonces, las oleadas de migrantes han hecho crecer el asentamiento hasta que fue absorbido por Bombay, una urbe que ahora alberga a 22 millones de personas.
Hoy en día, su extensión cubre cerca de 240 hectáreas y tiene una de las densidades de población más altas del mundo: Casi 350.000 personas por kilómetro cuadrado.
Las viviendas, los talleres y las pequeñas fábricas se agolpan unas junto a otras, entre dos líneas de ferrocarril y un río atestado de basura.
Dharavi se fue convirtiendo durante décadas en el parque industrial informal de la capital financiera de India.
Alfareros, curtidores y recicladores trabajan para cocer arcilla, tratar pieles o desmantelar chatarra, negocios informales que generan unos 1.000 millones de dólares al año.
El director británico Danny Boyle ambientó allí su película Quisiera ser millonario (Slumdog Millionaire), ganadora de un Oscar en 2008, una representación que, sin embargo, los residentes califican de caricaturesca. “Vivimos en un tugurio, pero somos muy felices aquí. Y no queremos irnos”, defiende Padaya.
A cinco minutos a pie de la casa de Padaya, las grúas se elevan en varias construcciones.
En su espaciosa oficina del centro de la ciudad, el director ejecutivo del Proyecto de Reurbanización de Dharavi (DRP), S.V.R Srinivas, insiste en que será ejemplar. “Este es el proyecto de renovación urbana más grande del mundo”, celebra. “Estamos construyendo una ciudad dentro de otra ciudad”.
Los folletos muestran nuevos edificios, calles pavimentadas, espacios verdes y centros comerciales. “Cada familia tendrá una casa”, promete Srinivas. “La idea es reubicar a cientos de miles de personas, en la medida de lo posible, in situ, dentro del propio Dharavi”.
Los negocios también se quedarán, añade, aunque bajo condiciones estrictas.
Las familias que vivían en Dharavi antes del año 2000 recibirán una vivienda gratuita, las que llegaron desde entonces y hasta 2011 podrán comprar a un precio “bajo”. Los recién llegados tendrán que arrendar en otros lugares.
“Un desastre”. Más que las autoridades locales, es Adani, el magnate detrás del conglomerado, quien se ha convertido en blanco de críticas. Su fortuna se ha disparado desde que el primer ministro indio, Narendra Modim asumió el cargo en 2014.
Adani posee el 80% de las acciones del proyecto, y el gobierno estatal controla el resto. Calcula que el costo total será de entre 7.000 y 8.000 millones de dólares y espera completarlo en un plazo de siete años. Los escépticos sospechan que lo que busca es un lucrativo negocio inmobiliario.
Dharavi está en un terreno privilegiado junto al distrito comercial de Bandra-Kurla, donde hay hoteles de lujo, concesionarios de limusinas y empresas de alta tecnología.
“Este proyecto no tiene nada que ver con la mejora de la vida de las personas”, afirma Shweta Damle, de la Asociación para el Bienestar del Hábitat y los Medios de Vida. “Solo tiene que ver con la mejora de los negocios de unas pocas personas”. AFP