05 may. 2024

El teatro de nuestra doliente realidad

Sergio Cáceres Mercado – caceres.sergio@gmail.com

De la siempre interesante y rica propuesta teatral de Asunción, la semana que pasó tuve la oportunidad de ver dos propuestas que diferían en muchos aspectos, pero que coincidían fuertemente en un punto: ambas eran críticas feroces a la realidad social paraguaya.

La primera lleva como título Cine Splendid, una recreación de un hecho ocurrido en plena dictadura de Alfredo Stroessner, en la cual se siguen a algunos personajes que tuvieron relación directa o no con un crimen perpetrado en un concurrido cine asunceno. Este hecho es aprovechado para que la escenificación utilice recursos prestados de la cinematografía, lo que es bien conocido por los directores, quienes provienen de ese ámbito.

Esa atmósfera de miedo, que los ciudadanos tenían como segunda piel en la dictadura militar, está espléndidamente lograda. El sonido, las luces y la oscuridad ayudan a recrear ese específico momento en que unos personajes trataban de vivir sus vidas en un medio opresivo, donde todo se sabía gracias a la amplia red de espías que el régimen tejió. Esa vigilancia constante a la que eran sometidos todos es siempre representada por uno de los cuatro actores, lo que resalta esa sensación de no libertad de acción quedando apenas la conciencia como el reducto de la expresión libre.

Los lugares, temas de conversación y valores de principios de los 60 son rescatados, gracias a un proceso de investigación hecho por el equipo y ayudado por el libro en el cual está basado el libreto: El crimen del cine Splendid, de Juan Marcos González. Si uno no conoció el régimen de terror que significó el stronismo, al menos esta obra le dio una idea de cómo era vivir con la tortura como castigo, el pyraguereato como posibilidad para todos y el fascismo como forma de pensamiento y acción.

La otra obra, Camalote, se refiere a hechos más actuales, pues tocan la vivencia de personajes que viven del comercio al menudeo surtiéndose del contrabando. Todo ocurre en un mercado municipal en el cual aparecen las típicas vendedoras y otros transeúntes que recorren en busca de mercaderías y precios accesibles.

Hablada casi completamente en guaraní-paraguayo, este es un drama donde las mujeres son las protagonistas, pues a la par de que son el ejemplo de madres solteras que salen a trabajar por su sustento, son también el prototipo de las víctimas de abusos de todo tipo. De este modo, vamos conociendo a estas comerciantes que viven en el comercio ilegal empujadas por una realidad que parece no darles otra opción. Con escenas fuertes por momentos, la historia de vida de cada una de ellas se nos muestra en toda su crudeza.

El humor es un recurso muy bien explotado por el libreto y que los actores logran expresar arrancando carcajadas de los asistentes. Pero a no engañarnos; las risas que ocultan un penar diario, una lucha por la existencia, donde el peligro está a la vuelta de la esquina, el peligro que significa vivir al filo de la vida, entre la corrupción y la bajeza con que son tratadas las mercaderas.

De ninguna de las dos obras, el público puede salir indemne. Ambas sacuden por la realidad que muestran, una quizá ya pasada hace unas décadas, pero que dice mucho aún de lo que somos, y otra que muestra una cara que todos conocemos y a la cual esta vez no podemos voltear la cara para mirar hacia otro lado. Dos obras que son ejemplo de que el teatro paraguayo está vigoroso y, más que nada, que nos habla con voz fuerte e interpeladora.

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