Paraguay se asemeja bastante a la fábula de la rana y la olla.
Este relato cuenta que una rana saltó un día en una olla de agua hirviendo. Al contacto con el agua caliente, instintivamente saltó para salir, escapó y se salvó.
Otro día, la olla estaba llena de agua fría. La misma rana entró y quedó muy tranquilla que empezó a nadar plácidamente en ella. Poco a poco, el agua se fue calentando y el agua fría pasó a ser templada. Gradualmente fue subiendo de temperatura. La rana se acostumbró al aumento de temperatura, hasta que el agua hirvió y murió. No se dio cuenta de que se había acostumbrado al calor y aunque aturdida, ya no estaba en condiciones de salir. No percibió el peligro y le costó la vida.
Con frecuencia se utiliza esta fábula como una metáfora para explicar la falta de voluntad de una gran parte de la sociedad para reaccionar o tomar conciencia de los peligros que aparecen gradualmente a los que se acostumbra y luego ya no puede huir.
Hace décadas que las élites políticas, económicas, judiciales y la burocracia pública mantienen a la mayoría de la población en una gran olla en la que lentamente asfixian y ahogan con su orgía de corrupción, ineficiencia, abuso de poder, prebenda y clientelismo. Este es el sello de un Estado cuasimafioso que funciona para castas privilegiadas.
En dictadura y en democracia, el modelo del Estado ha sido igual. Tras la caída de Stroessner, la clase dirigente que sobrevino después optó por seguir el prototipo institucional del dictador. La única diferencia es que la torta había que repartir entre más comensales, de acuerdo con un cuoteo político determinado por los resultados electorales.
Así, la nueva arquitectura institucional mantuvo la medular corrupción, con algún maquillaje que cada vez esconde menos el verdadero rostro de los saqueadores.
Los que quieren lograr los cambios van ganando espacios, pero aún no logran fortalecer una fuerza para arrollar esta perversión sistémica.
VIRUS Y LECCIÓN. La pandemia del coronavirus desnudó toda la miseria institucional de un Estado que no ha tenido la gimnasia de servir a la gente. La crisis sanitaria puso a prueba a todas las instituciones, que por primera vez conocieron la urgencia de la atención pública y la importancia y necesidad de la coordinación interinstitucional. Casi todos los planes naufragaron en el primer tiempo y luego de la ácida presión ciudadana y mediática, salieron a duras penas a flote.
El politizado Ministerio de Salud, manejado eternamente por claques políticas y empresariales, eficaz en licitaciones amañadas y repartija de comisiones, está viviendo el examen más difícil de su vida institucional. La pandemia está ganando la partida con más de diez mil muertos por Covid y el colapso del sistema ante el alarmante crecimiento de contagios diarios que exigen medicamentos y terapias intensivas en medio del agotamiento del personal de salud.
El plan de vacunación sigue su lento proceso. El ritmo cambió drásticamente este fin de semana con la decisión de bajar la franja etaria a 55 años, que elevará la cifra tal vez a 500 mil vacunados. Un número bastante bajo teniendo en cuenta el universo que debe vacunarse aún para lograr la inmunidad de rebaño, recuperar la normalidad y reactivar la economía. Mientras las dosis llegan a cuentagotas no se logrará la meta ni a fin de año.
DESIDIA MORTAL. La caída de un puente en Tacuatí, San Pedro, que causó la muerte de tres personas es la radiografía de la corrupción que mata y roba esperanzas hace décadas. El MOPC es otro de los ministerios controlados por las empresas vialeras. El puente en cuestión apenas tiene 20 años. Fue construido en la época de Luis González Macchi, gobierno recordado por el caos y la corrupción. La desprestigiada Fiscalía tomó cartas en el asunto, pero ¿llegará al fondo para desenmascarar las roscas vialeras que construyen rutas y puentes con precios sobrefacturados, sin control de calidad y materiales precarios gracias a la criminal complicidad de funcionarios que miran para otro lado gracias a abultados sobornos? El ministerio admitió que decidió fiscalizar el puente a raíz de la denuncia de los pobladores, pero que suspendió el trabajo por “falta de fondos”, mientras paga los sobrecostos de ridículas pasarelas de oro o puentes de amigos presidenciales.
ENIGMA. En una semana hay internas partidarias de cara a las elecciones municipales. Los precandidatos no respetan los protocolos sanitarios y continúan sus vulgares e irresponsables campañas aglomerando a sus seguidores, a quienes conducen hacia la puerta del cementerio.
En tanto, el país continúa en la gran olla, rehén de la exasperante corrupción e irresponsabilidad de sus gobernantes y sus privilegiados cómplices. El pueblo, ese que está fuera del sistema, maniatado por las reglas de la perversa estructura que gobierna hace décadas, sigue atrapado, como la rana, porque una gran parte de la población se conforma en el agua tibia de las limosnas sin saber que tiene derechos. Que debe exigirlos y que las autoridades están para cumplir sus necesidades básicas y todas sus demandas.
La olla está en ebullición. Es tiempo de saltar o el país terminará como la rana.