En la noche del 30 de diciembre, el marido de Sarah vio que la puerta del local donde guardaban a los animales había sido forzada.
Faltaban siete, pero “uno de los perros fue abandonado a dos kilómetros de allí", explica Sarah, aún conmocionada, a la AFP.
Un mes más tarde, un transeúnte encontró a otra de las mascotas, una hembra de springer spaniel inglés.
“Tenía una herida muy fea en el lomo, le habían intentado quitar el microchip”, recuerda.
Como no lo lograron, el chip permitió a un veterinario localizar a Sarah, que vive en un tranquilo pueblo de la zona de Port Talbot, en Gales.