Por Carlos Carvallo, ex miembro del directorio del BCP
La reciente asunción de un nuevo presidente en Estados Unidos lleva a poner nuevamente atención en el escenario externo, donde emergen, al menos, dos aspectos que marcarán la agenda este año; los cambios que puedan surgir en la política económica en Estados Unidos y el reimpulso de la economía China en el contexto mundial, por supuesto condicionado por la dinámica de la pandemia.
Esta semana en Estados Unidos se puso fin a una época políticamente disruptiva, caracterizada por la volatilidad de las decisiones, el discurso agresivo y una política exterior guiada por emociones y comunicada a través de Twitter, lo que condujo a divisiones en la sociedad norteamericana y a un debilitamiento de la institucionalidad nacional y multilateral.
En términos de la política económica, se espera continúe el estímulo fiscal. El presidente electo ha anunciado un paquete por más de USD 2 billones, con énfasis en la protección/creación de empleo y la producción/distribución de vacunas, así como aumentos de salario mínimo financiado, en parte, con más impuestos. Desde la política exterior, más allá de una relación más racional con China, no se esperarían cambios relevantes, en la medida que desarmar las políticas de protección de una manera rápida –máxime en la actual coyuntura– podría tener costos políticos elevados. ¿Qué implicancias tiene este escenario para nuestro país? Una coyuntura de dólar barato, tasas de interés cercanas a cero y mayores precios de los commodities que exportamos.
En referencia a China, estaría a escasos años de convertirse en la primera potencia económica mundial, habiéndose despegado del resto en plena pandemia. El PIB creció a 6,5% en el cuarto trimestre (recuperando la tasa de crecimiento prepandemia), con lo que cerraría el año con un crecimiento económico de 2,3%, y se espera que para el próximo año crezca por encima de 8%. El superávit de la cuenta corriente/PIB ha caído a niveles cercanos a cero desde los dos dígitos en la década pasada, lo que denota el rol del consumo interno como motor del crecimiento en las etapas recientes –que compensa el menor dinamismo de la demanda externa–, y que se explica por la emergencia de una nueva clase media –geográfica y socialmente segmentada– cuyos ingresos se acercan rápidamente a los de Norteamérica. Ya es hoy el primer mercado para los commodities de la región, tiene la mayor clase media del mundo cuyos ingresos crecen por encima del 10% anual, y que en los próximos 10 años duplicaría su nivel de consumo.
Nos enfrentamos a un monstruo de dos cabezas. Si bien la hegemonía financiera, en términos de tasa de interés de referencia, flujo de capitales y tipo de cambio todavía está en la órbita de EUA, China impactará cada vez más a las economías de la región a través del canal real. No solo por ser el principal mercado para nuestros productos y el motor del crecimiento mundial, sino porque sus medidas de política tienen efecto sobre nuestros términos de intercambio e impactan en el ciclo económico regional. Si bien el yuan aún no es relevante como moneda de transacción global, sus movimientos afectan nuestras monedas, los precios de las materias primas y las exportaciones.
Oportunidad y riesgo
Oportunidad: Este contexto externo que mejora las condiciones de financiamiento y los términos de intercambio representa un relajamiento en las restricciones externas para la economía paraguaya, generando el espacio suficiente para converger más rápidamente al equilibrio fiscal, por ejemplo, entrando dentro de la LRF ya en el año 2022. Es una oportunidad para encarar reformas fiscales estructurales, de infraestructura, de calidad en la provisión de bienes públicos, reglas de juego, entre otras institucionales.
El riesgo es que esta coyuntura menos restrictiva, conduzca a una sensación de saciedad y a miopía económica que lleve a una primacía de lo político por sobre la racionalidad económica, generando la sensación de que el tiempo para un aterrizaje suave está a nuestro favor. La experiencia en la región muestra que el riesgo de acostumbrarse a la inercia de déficits fiscales altos en un escenario de holgura en las condiciones financieras y de términos de intercambio favorables puede llevar a un camino sin retorno, enfrentando un escenario económico muy adverso cuando estas condiciones externas se revierten.
En este contexto corremos el riesgo de ser la rana que se encuentra confortable en una olla de agua tibia, que se va acostumbrando gradualmente al aumento del calor y cuando el agua comienza su hervor ya es tarde para salir. Aprovechar la oportunidad requiere liderazgo del equipo económico al frente de medidas firmes en lo fiscal, asumiendo la temporalidad de esta coyuntura externa favorable. El excesivo gradualismo o el discurso exitista puede generar una economía política que de espacio a los incentivos antireformas, limitando severamente el espacio de reacción ante eventuales nuevos shocks o la reversión de este nuevo ciclo favorable que parece comenzar (que no sabemos cuánto puede durar).
Mientras tanto, permanecer ajenos a los cambios en los mercados internacionales nos deja en una posición de desventaja, desconociendo la importancia de la política de inserción internacional en el desarrollo de países pequeños como el nuestro, lo que puede costar muy caro en términos de diversificación de mercados y matriz productiva.