El astro brasileño salió del Aeropuerto de Luque sin hacer él mismo los trámites de migración, como si fuera un jefe de Estado. Afuera lo esperaba una multitud traída, desde Choré, en diez buses financiados por una fundación que lo contrató al igual que la franquicia de un casino de San Lorenzo. Fue escoltado por la Policía Nacional hasta su hotel en Lambaré, otra vez como un mandatario. Todo un privilegiado con protección oficial de la policía de Euclides Acevedo. Sin embargo, doce horas después el escenario parecía reflejado en un espejo, una realidad vuelta del revés: La misma policía que lo había tratado con magnífica deferencia, ahora lo buscaba porque el todavía más inverosímil pasaporte paraguayo que el ex futbolista del Barcelona presentó para entrar al país, el regalo apócrifo, no es auténtico. Aquí hay responsables del descalabro en diferentes instituciones paraguayas, tanto públicas como privadas; lo que ha desnudado al mundo, por si hiciera falta, el tipo de país en el que vivimos: Uno corrupto, mediocre, inoperante, sinvergüenza.
A pesar de que Ronaldinho se ha declarado un engañado de buena fe en este caso, hay unas cosas que decir con respecto a él. En setiembre del año pasado, fue designado por el presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, como embajador del turismo, por lo que es un funcionario del Estado federativo. Esto a pesar de que, en ese entonces, tenía prohibido salir de su país luego de ser obligado (y de que no cumpliera) a pagar millones de reales por un groso delito ambiental. De hecho, antes de las elecciones que convirtieron en presidente al ex militar, Ronaldinho había hecho público su apoyo al candidato de la ultraderecha racista, machista y xenófoba. “Por un Brasil mejor, quiero paz, seguridad y alguien que nos devuelva la alegría. ¡Elegí vivir en Brasil, y quiero un Brasil mejor para todos!”, escribió entonces en una red social el hombre cuyas caderas están hechas para el fútbol y la danza. Apenas le fue restituido el pasaporte en octubre del año pasado, viajó a Israel para jugar un partido de exhibición y siempre que pudo se ha deshecho en elogios hacia el Estado que oprime y mantiene bajo fuego a ciudadanas y ciudadanos palestinos.
El fenómeno del desclasamiento de estrellas del fútbol con orígenes humildes no es ninguna novedad, pero cada vez es más radical y virulento su apoyo a proyectos sectarios, corporativos. Quien creció en las calles de Porto Alegre en la pobreza, jugó al fútbol con una alegría como pocos, se ha convertido hoy en millonario temeroso de la seguridad e su dinero, en embajador del Brasil más intolerante, recibido con honores presidenciales en el Paraguay inverosímil.