20 jul. 2025

El poder de perdonar los pecados

Jesús conoce bien nuestra flaqueza y debilidad. Por eso instituyó el sacramento de la Penitencia. Quiso que pudiéramos enderezar nuestros pasos, cuantas veces fuera necesario; tenía el poder de perdonar los pecados y lo ejerció repetidas veces: con la mujer sorprendida en adulterio, con el buen ladrón suspendido en la cruz, con el paralítico de Cafarnaún... Vino a buscar y salvar lo que estaba perdido, también ahora, en nuestros días.

En una de sus catequesis en la Plaza de San Pedro, el papa Francisco explicó la importancia y la necesidad de confesarse; y respondió a los que creen erradamente que basta confesarse “solamente con Dios” sin acudir a un sacerdote.

El Santo Padre comentó en su alocución que “alguno puede decir: ‘Yo me confieso solamente con Dios’. Sí, tú puedes decir a Dios: ‘Perdóname’, y decirle tus pecados. Pero nuestros pecados son también contra nuestros hermanos, contra la Iglesia y por ello es necesario pedir perdón a la Iglesia y a los hermanos, en la persona del sacerdote”.

“‘Pero, padre, ¡me da vergüenza!’. También la vergüenza es buena, es ‘salud’ tener un poco de vergüenza. La vergüenza también nos hace bien, nos hace más humildes. Y el sacerdote recibe con amor y con ternura esta confesión, y en nombre de Dios, perdona”.

El pontífice explicó luego que el sacramento de la Confesión, Reconciliación o Penitencia tiene su origen en la Pascua del Señor cuando Jesús sopla sobre los discípulos y dice “los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen”.

“Este pasaje nos revela la dinámica más profunda que está contenida en este Sacramento. Sobre todo, el hecho que el perdón de nuestros pecados no es algo que podemos darnos nosotros mismos: yo no puedo decir: ‘Yo me perdono los pecados’; el perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos perdón a Jesús”.

(Frases extractadas del libro Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal y http://www.aciprensa.com/)