Por Andrés Colmán Gutiérrez
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Un horizonte de verdes hojas de palmas, tejidas o trenzadas con primorosa y artística habilidad, se agita en las manos de los fieles. Gritos, cánticos, aplausos y lágrimas de emoción coronan la jubilosa explosión popular con que es recibida la procesión del Señor de las Palmas. Un Jesús todavía jubiloso, montado sobre un humilde burrito, inicia su entrada triunfal a Jerusalén, aunque ya todos saben que ese camino de gloria es también el inevitable camino hacia el calvario.
Más de dos mil años después, el eco de aquel primer Domingo de Ramos universal se repite en todas las Iglesias cristianas y en cada país o región adquiere el rasgo distintivo de la cultura local, de la tradición y el folclore.
En el Paraguay, la original palmera datilera (Phoenix dactylifera) de las antiguas tierras de Judea es sustituida por el pindo (Arecastrum romanzoffianum), nativa del Cono Sur de América. Sus hojas son cortadas en penachos y trabajadas con manos artesanas para componer variados diseños entretejidos, a los que se les agregan hojas de ruda, romero o laurel, además de flores de color morado.
La tradicional ceremonia de bendición de las palmas, en la misa del Domingo de Ramos, marca el inicio de la Semana Santa, en una serie de rituales litúrgicos que transitan los misterios de la pasión, la muerte y la resurrección.
CONTRA MALEFICIOS. “Las palmas benditas del pindo karai se guardan en la casa, junto a los nichos o mesa de imágenes de santos de la familia. Algunas hojas suelen colocarse detrás de la puerta de entrada, para protección del hogar contra maleficios, desgracias, contra el pombero o la póra, o en las cabeceras de las camas”, explica Dionisio González Torres en su libro Folclore del Paraguay.
Relata que “del pindo karai se hacen también ‘reliques’ (reliquias) o amuletos, pequeñas figuras trenzadas que se llevan como escapularios. Es costumbre quemar unas hojas de pindo karai en casos de enfermedades, de mala racha en la vida de la familia, en días de grandes tormentas o muy mal tiempo, particularmente cuando hay muchos rayos y relámpagos”.
¿Cuántas toneladas de hojas de pindo karai habrá que bendecir y convertir en reliquias o amuletos para alejar los males que aquejan al Paraguay? ¿Cuántas hojas habrá que quemar para que el infortunio también se convierta en cenizas?