“Esta tarde, al término del mes consagrado a ti, estamos de nuevo aquí ante ti, reina de la paz, para suplicarte que concedas el gran don de la paz, que cese pronto la guerra que ya desde hace decenios enfurece a varias partes del mundo y que ahora ha invadido también el continente europeo”, pidió el Papa en la apertura del acto.
Francisco, en silla de ruedas ante la estatua de la Virgen a la que Benedicto XV pidió en 1918 el final de la I Guerra Mundial, sostuvo que la paz “no puede ser solo el resultado de las negociaciones ni una consecuencia de solo acuerdos políticos”, sino que es también “un don” del Espíritu Santo.
“Estamos seguros de que con las armas de la oración, el ayuno y la limosna y con la ayuda de tu gracia se pueden cambiar los corazones de los hombres y del mundo entero. Hoy dirigimos nuestros corazones a ti, reina de la paz, intercede por nosotros ante tu Hijo, reconcilia los corazones llenos de violencia y de venganza, redirige los pensamientos cegados por el deseo de enriquecimiento frágil y que en toda la tierra dure la paz”, terminó.
Posteriormente se procedió a rezar el rosario en este templo, una de las cuatro basílicas papales de la capital italiana —junto a San Pedro del Vaticano, San Pablo Extramuros y San Juan de Letrán— y desde el siglo XVII vinculada a la Casa Real española.
Entre los fieles que rezaron el rosario, de diferentes realidades y nacionalidades, estuvo Oksana Boyko, una ucraniana voluntaria de Iglesia de Santa Sofía, la iglesia de los ucranianos en Roma, donde ayuda a los refugiados llegados desde su país huyendo del conflicto.
También acudió el embajador de Ucrania ante la Santa Sede, Andrii Yurash. EFE