24 abr. 2024

El Niño que no teme a la oscuridad

En diferentes ámbitos se percibe el avance de una cultura que pareciera que rechaza todo aquello que tenga alguna vinculación con lo religioso o una experiencia de fe. Una mentalidad que lentamente va instalando la idea que una sociedad es más moderna y desarrollada cuanto más atea o agnóstica sea. Una especie de desprecio hacia las experiencias personales o colectivas de este tipo.

Se percibe un cliché –afirmación superficial repetida de forma acrítica– de tipo prejuicioso que se instala silenciosamente y que, incluso, con el tiempo, como ya se vislumbra en algunos países, va fomentando un ataque a las libertades fundamentales, como la de educación o la misma libertad religiosa, vitales para el fortalecimiento de una sociedad.

En Quebec (Canadá) hay una ley que prohíbe a muchos empleados públicos el uso de cualquier símbolo que tenga un sentido religioso en el lugar de trabajo. La normativa prohíbe los pañuelos musulmanes, la kipá judía y los crucifijos cristianos, y “cualquier objeto” que se utilice “en conexión con una convicción o creencia religiosa”. Un ensañamiento sin mucho sentido.

Situaciones y propuestas similares están vigentes en países de Europa, continente que hoy reniega de las raíces que la reconstruyeron.

Días pasados, una mujer, Isabel Vaughan-Spruce, se encontraba parada cerca de la Clínica BPAS Robert en Birmingham (Inglaterra), cuando unos oficiales la detuvieron. Los uniformados actuaron tras la denuncia de una persona que sospechaba que la mujer se encontraba rezando en silencio; algo prohibido en la cercanía de esta clínica de aborto BPAS, por disposición judicial. Isabel fue detenida y luego puesta en libertad bajo fianza, informa el portal ACI Prensa. Es decir, rezar en silencio en un espacio público y a favor de la vida de inocentes por nacer se volvió un crimen. Interesante fenómeno para el debate de hacia dónde nos encaminamos como sociedad, ante el silencio y la complicidad de organizaciones y medios de comunicación.

A días de celebrar la Navidad este tema viene al caso, y uno podría decir que cuesta creer que aquel inocente Niño de Belén, con su mensaje de paz, sea la causa de tal alboroto.

Somos testigos de una sociedad que también promueve la eliminación del pesebre y el Niño, de la cultura que ha generado. Hay gobiernos, ideologías y centros de poder a los que no les cae bien el humilde establo, sus personajes y toda la propuesta que representan.

Pero intentar borrar la esencia de esta celebración no una pretensión realista. Quizá el pesebre sea borrado de escuelas y familias, como ya ocurre, pero con ello no acabará.

El problema no es la divinidad con rostro humano que habría sido visible hace 2000 años, sino la necesidad del hombre de hoy que clama un evento así. La cuestión es presente y ontológica. Está claro que la fe es respuesta a un deseo imborrable de infinito.

Mientras exista el ser humano con su corazón insaciable, mientras persista la oscuridad que enfrentan las personas; mientras haya agujeros en el alma que no logran cicatrizar ni siquiera con el dinero, el éxito o el amor alcanzados, la Navidad seguirá siendo una propuesta de correspondencia disponible, a ser verificada.

Y es que el Niño del que hablamos, según lo que sabemos de él, no tiene miedo a la oscuridad de nuestra naturaleza; no teme bajar hasta la profundidad quizás lúgubre de las miserias que muchas veces experimentamos las personas en silencio, y desde allí ofrecer una promesa de luz, una mano guía. En medio de la oscuridad existencial o del tramo opaco del cotidiano, una presencia así es una necesidad.

Siempre que haya alguien capaz de reconocer la melancolía del alma que no se cura “porque siempre falta algo”, el pequeño del establo y su promesa serán signos de esperanza para la humanidad, y quizás, a través de quienes lo siguen, la posibilidad también de experimentar el abrazo inesperado siempre necesario, que sostiene, y ese perdón que sana.

Más contenido de esta sección
Las ventas al público en los comercios pyme de Argentina cayeron un 25,5% interanual en febrero pasado, golpeadas por la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores a causa de la elevadísima inflación, y acumulan un declive del 27% en el primer bimestre del año, según un informe sectorial difundido este domingo.
El mandatario decidió crear el fondo nacional de alimentación escolar esperando un apoyo total, pues quién se animaría a rechazar un plato de comida para el 100% de los niños escolarizados en el país durante todo el año.
Un gran alivio produjo en los usuarios la noticia de la rescisión del contrato con la empresa Parxin y que inmediatamente se iniciaría el proceso de término de la concesión del estacionamiento tarifado en la ciudad de Asunción. La suspensión no debe ser un elemento de distracción, que nos lleve a olvidar la vergonzosa improvisación con la que se administra la capital; así como tampoco el hecho de que la administración municipal carece de un plan para resolver el tránsito y para dar alternativas de movilidad para la ciudadanía.
Sin educación no habrá un Paraguay con desarrollo, bienestar e igualdad. Por esto, cuando se reclama y exige transparencia absoluta en la gestión de los recursos para la educación, como es el caso de los fondos que provienen de la compensación por la cesión de energía de Itaipú, se trata de una legítima preocupación. Después de más de una década los resultados de la administración del Fonacide son negativos, así como también resalta en esta línea la falta de confianza de la ciudadanía respecto a la gestión de los millonarios recursos.
En el Paraguay, pareciera que los tribunales de sentencia tienen prohibido absolver a los acusados, por lo menos en algunos casos mediáticos. Y, si acaso algunos jueces tienen la osadía de hacerlo, la misma Corte Suprema los manda al frezzer, sacándolos de los juicios más sonados.
Con la impunidad de siempre, de toda la vida, el senador colorado en situación de retiro, Kalé Galaverna dijo el otro día: “Si los políticos no conseguimos cargos para familiares o amigos, somos considerados inútiles. En mi vida política, he conseguido unos cinco mil a seis mil cargos en el Estado...”. El político había justificado así la cuestión del nepotismo, el tema del momento.